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lunes, 25 de septiembre de 2017

Irlanda: el viaje de la reconciliación

Atardecer en Dublín sobre el río Liffey

Cuenta Javier Reverte que en Glendalough leyó en un banco grabado en una placa de metal "sometimes I sit and think and sometimes I just sit" y eso es lo que he hecho yo, sentarme sin pensar. Viajar a lo largo de Irlanda y no pensar. Y es lo que necesitaba. Vaciar mi mente, salir de una situación que me asfixiaba y no pensar. Ya sé que probablemente esto no haya solucionado mis problemas (que seguirán ahí, si es que realmente había alguno) seguramente no, pero creo que lo que debe preocuparnos realmente es lo que está en nuestro interior, físico o espiritual, imaginario o real, no lo de fuera. Si nosotros estamos bien todo lo demás estará bien, será más guapo o más feo, pero estará bien. Así recuerdo hoy a Mónica  cuando llegando a Santiago hace dos años le comenté que yo creía que el Camino me iba a facilitar todas las respuestas y no me había dado ninguna y ella me dijo "Beita, no será que no tienes preguntas", pues eso, relativizar va a ser mi meta, "relativizar y priorizar" y al que no le guste que le den y que le den fuerte que nadie que pretenda hacer daño, de la forma que sea, merece ni un pensamiento mío y sí, estoy rodeada de duendes malignos pero su olor me avisa, así que, sólo habrá que estar prevenida.
La segunda parte tiene que ver con la prevención que yo traía a este viaje después de la experiencia del año pasado que aún no soy capaz de entender a pesar de que ya han pasado trece meses. Los viajes los hacen las personas, no hay más. Puedes ir al sitio más remoto, al más pequeño, tener el peor tiempo del mundo, pasar calor, pero como no tengas unos compañeros de viaje "decentes" los viajes son un fracaso. Y qué quiero decir con decentes. Lógicamente no me refiero a su vida personal más allá de las costumbres sociales de educación, cortesía y respeto. Me refiero a que uno por mucha mochila que traiga encima no puede viajar solo a amargar al vecino, encima cuando la vecindad es temporal, por siete días y, realmente, sólo vecinos de autocar porque al final tú te vas a tu habitación y "si te he visto no me acuerdo". Me he pasado dos días observando a la gente y una vez que he visto por donde iban las sinergias del grupo, me he acercado. Y sí, es verdad, había gente de todo tipo, pero el conjunto ha funcionado como deberían de funcionar las comunidades de vecinos o las nacionalidades dentro de un país. Españoles, sobre todo catalanes, algún catalán no español, argentinos, brasileños... un conjunto variopinto que ha convivido en armonía. Cierto! Armonía! 
Pero, sin duda, también y muy importante, los viajes los hacen los guías y este hombre, David Cámara, es muy grande. Y como él dijo ayer al despedirse, uno tiene suerte cuando trabaja en lo que le gusta y esa suerte te ayuda a ser feliz como persona. Un guía que ha sonreído en todo momento, que ha escuchado todo el rato, que ha estado atento a las necesidades de sus ovejas (jejeje, cómo aquí hay tantas), pero un guía que no ha parado de sorprendernos con su intenso conocimiento del terreno y del país. Vamos me voy enamorada de Irlanda pero Mr. Cámara tiene mucha culpa. Y este David choca con el David del año pasado al que no recuerdo haber visto sonreír y eso que quitando las ovejas extrañas del rebaño era un grupo muy majete, lástima no haber pasado más tiempo con ellos. 
Así que he tenido un viaje fácil: fácil por el terreno. Irlanda es un país que enamora desde el momento en que pones un pie en su territorio. Que enamora por sus paisajes de cuento como en Connemara, lunares como en el Burren, con un mar bravo en una costa escarpada, azotada por el viento, con bosques mágicos donde se abelugan duendes y se transmiten oralmente leyendas. Que enamora por sus gentes que hablan alto, aman España (de forma diferente a nosotros, pero la aman) beben mucho y te piden todo el rato disculpas por el tiempo, es el precio que pagan por ser llamarse Isla Esmeralda. Gracias al bus driver y al taxista que me contaron en su idioma, que yo creo que es el inglés que mejor se entiende, cosas de Irlanda y de sus vidas y me dieron dos clases gratuitas. Un país donde la montaña más alta tiene poco más de 1000 metros y la media de altitud sobre el nivel Del Mar es solo 60. Un país de premios Nobel, cuatro, que no está mal. Un país herido por la ocupación de su isla que para conseguir su independencia cedió el Ulster a Gran Bretaña. Me decía hoy el taxista que los problemas están aún muy cerca de la superficie y que pasarán muchas generaciones,  muchas hasta que a la paz no le aceche ninguna sombra. 
Me voy, pero volveré. Siempre me dejo algo pendiente. La Marsh Library, Belfast y conducir por la izquierda (cosa que me parece imposible). No el año que viene, quizás el siguiente. Me voy pero me llevo clara una cosa, siempre hay que viajar buscando el Norte y previniendo que es mejor que curar. Sobre todo, prevenirte de la gente, por lo que pueda pasar. Desde aquí agradecer a Javier Reverte por haberse venido conmigo en la maleta. Viaje a Sicilia con Borges, a Florencia con el autor de Pinocchio y así poco a poco, literatura y viajes van siendo una constante. Leer y viajar, dos formas complementarias de abrir la mente e ir más allá de tus fronteras. By Ireland! See you early!



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