Vistas de página en total

martes, 20 de junio de 2017

La telaraña de la memoria

Haciendo un descanso camino a casa desde la fuente (lo que no sé es para que queríamos la bolsa de plástico, igual andábamos a ablanas)

Dice Fulgencio Argüelles a propósito de "La noche que no paro de llover" de la mi Laura que la mencionada novela transita por la cotidianeidad "que es el más abundante caldo de cultivo de la memoria" (El comercio 17/06/2017).

El sábado el calor tardó solo un momento en tornarse insoportable. No aguanto las altas temperaturas. Me provocan reacciones físicas indeseadas e indeseables y además vivo anclada al gris y la noblina asturiana en cuya compañía soy feliz hasta el infinito y más allá. Tampoco soporto la luz que acompaña al calor. Me deslumbra haciendo brillar de forma engañosa los colores de mi tierra y de mi montaña. La piedra caliza es mate, no reluce. Los árboles no son rabiosamente verdes sino dulcemente verdes. Esta claridad que me abrasa los ojos hace que me sea imposible sacar una foto a la telaraña que quería que acompañase este post, pero tranquilos tengo otras telas de araña de un día de niebla llenas de gotas de orbayu como manos que se ahuecan para coger agua y beber en ellas. Asturias luce igual de bien entre la niebla que con un día de sol, pero de los nuestros no de éstos que no se sabe muy bien de dónde vienen pero sí de la mano de quién lo hacen. Yo creo que tenemos complicado recuperar el tiempo (metereológico) de nuestra infancia con el que sin lugar a duda me quedo. A mí con esta luz me cuesta mirar.
Hacia mucho calor también aquel viernes de agosto.
La  luz que deslumbra
El sábado también por la mañana, muy temprano, tuve un momento de agujero negro. Tengo muchos, casi siempre sola. Con los años he aprendido a dejar de mostrar muchas de mis debilidades. Muy poca gente me ve llorar más lejos de que me emociono fácilmente pero no solo por lo mío sino por lo que ocurre a mi alrededor. Historias de perros abandonados me convierten en un instante en un torrente de lágrimas, mujeres mayores que me cuentan algo de lo de antes sabiendo que están sacando afuera recuerdos, a veces, no agradables, ver a un niño feliz... Realmente soy una llorona pero no como la de Chavela Vargas, preciosa canción por otro lado.
También vinieron mis sobrinos. Ellos borran todo incluso el recuerdo del fuego.

Entre dimes y diretes fui tres veces al Reguerón, la fuente de Salcedo adonde de niños íbamos al agua mi hermano y yo. No había agua en las casas, ni baño y una luz eléctrica de 125 con la que no veíamos ni para cantar. Éramos muy pequeños y, quizás por eso, no éramos conscientes de lo distinto que era todo en la aldea que vio nacer a mi padre y morir a mis abuelos. Había casas grandes con corredor o galería y casas pequeñas donde a día de hoy me pregunto como podían vivir tantas personas. Había establos y pajares junto a las casas para poder atender al ganado, corripos de gochos y de pites. Tenadas y desvanes. Cuartinos pequeños con un banco de carpintero en los que por un ventanucu entraba la luz a duras penas como el que tenía mi güelu que hacía madreñes. Había barrigas en los muros de piedra que señalaban fornos que hoy todavía se conservan en uso en muchas casas. Nidos de golondrinas, colmenas de abejas a pie de casa y lecherines para ir a la fuente a por agua.
La nuestra era una lecherina blanca, con la porcelana escachada de tanto usarla. Mi madre que al paso del tiempo estoy convencida no quiso nada de aquella tierra más que a mi padre y a los que traía con él de serie, nos mandaba de excursión a la fuente para tenernos entretenidos. No había móviles, ni videojuegos, ni televisión, ni parque, ni areas recreativas con columpios, ni piscinas de esas tan cuquis que hay ahora. Teníamos cuentos y comics, eso sí y, más tarde, libros. Creo que me hice lectora aquellos agostos junto a mi madre que en aquellos días robaba horas al sueño para leer todo lo que caía en sus manos. Pues eso, que íbamos de excursión a la fuente.
La distancia entre nuestra casa y el Reguerón será como mucho de 100 metros, un poco más desde casa de los abuelos y si, con suerte, íbamos dando un rodeo, ¿150? Imaginaros la aventura. Hoy serán siquiera 25 metros los que me separan de la fuente (este fin de semana lo mido y os lo cuento).
Había pues distintas rutas. Desde casa de mi tía Domitila, por entre las casas de la tía Isabel y la de Visita, que había un cucheiru donde una vez encontramos una muyer muerta o desde casa de los abuelos por delante de la que fue la casa de mi tía Hortensia (de verdad que es coincidencia que en aquel cogollín de casas todos fuéramos familia). Y una vez en la fuente, esperábamos para llenar la lechera y nos peleábamos a ver quien de los dos la llevaba de vuelta sin tirar nada por el camino y en esos apenas 100 metros parábamos a beber agua con la tapa que hacia de taza porque teníamos tanta sed y el agua estaba tan buena. En ocasiones la memoria es tan viva que parece que todo vuelve por un momento a ser igual.
Para esto dio el calor del sábado que en un paseo cotidiano a un lugar común del pasado presente aún  hoy en mi vida, en lugar de secar los recuerdos, los avivó. Menos mal que la luz no me dejaba ver.
Lástima que en ese ir y venir a la fuente ahora no encuentres a ningún vecino. Están vacíos de gente el lavadero y la fuente, también el charco de abrevar al ganado. Están vacíos los pueblos. Y la soledad y el vacío están muy bien cuando son elegidos y no vienen impuestos.

sábado, 17 de junio de 2017

La tecnología que está por venir.

El lunes pasado en el Club de prensa asturiano y un poco por casualidad (estaba por allí y fui a ver si veía a Esther) asistí a la conferencia de Amador Menéndez acerca de Retos Tecnológicos de Futuro a propósito de su libro recientemente galardonado con el Premio Internacional Jovellanos de Ensayo. La presentación corrió a cargo de Pelayo García de Ediciones Nobel, editora del mencionado título.
Tras la misma, tras la presentación digo, comenzó el espectáculo y digo espectáculo y digo bien porque Amador nos dio una lección de ciencia para novatos, un baño de ciencia divulgativa y didáctica en el que disfrutaron todos los presentes, incluso los más sabios que ocupaban las primeras filas. Amador estaba acompañado de muchos compañeros, lo que está bien, muy bien, sobre todo, porque no ocurre en otros campos donde parece que el mérito propio desmerece al ajeno. Puede ser que lejos de egos personales, seguro que “haberlos haylos”, la comunidad científica sintetice conceptos, (además de proteínas) al menos de mano, lejos de otros intereses comerciales y mercantiles como universalidad, globalidad y bien e interés común. Eso quiero creer. Los avances científicos logrados/conseguidos/recogidos, hoy por mí y mañana por ti, ponen en la palestra el trabajo de compañeros de mesa en el laboratorio o de estudios de posgrados en universidades extranjeras y hermanas. La comunidad científica, al menos desde donde yo la observo, aglutina valores de auténtica “comunidad”, pero volvamos a Amador.
Empezó diciendo que iba a contarnos una historia. Si hubiera empezado por “había una vez un mono…” habría tenido idéntico auditorio entregado. Y digo yo que por qué no habrá más profesores así, sobre todo, pensando en aquellos de letras que no tenemos más interés por la ciencia que un móvil patata, un coche carromato que nos lleve a donde queremos ir y que nunca nos preguntamos en serio por qué vuelan los aviones porque no entenderíamos la explicación y vale más no pensarlo y encomendarse a algún santín o virgen milagrosos para llegar a destino. No me vanaglorio de mi analfabetismo ni mucho menos, más bien me avergüenza, pero quizás desde hace un mes cuando asistí a la conferencia de Inmaculada de Melo sobre Niños a la carta empiezo a reconocer que esa ignorancia no me lleva a ningún sitio, más bien me aleja de la realidad. Ahora bien no me preguntéis nunca nada de Física y Química porque más allá de los elementos de la tabla periódica y de aquello que todo cuerpo sumergido en un fluido desaloja una cantidad del mismo igual a su volumen (o algo así) soy una nulidad.
A pesar de toda esta confesión después del lunes soy un poco menos torpe, Amador Menéndez me llevó de la mano por una historia de futuro y esperanza, en el que la ciencia se use en pos del hombre, de la salud y del medio ambiente, alejada de intereses espurios que, realmente, no era de lo que tocaba ocuparse el lunes.
El gran invento del hombre es el fuego. A medida que el hombre evolucionaba y su cerebro crecía, el cerebro que consume el 20% de la energía que necesitamos, el invento del fuego vino a proporcionarle esa energía extra para poder usarla en otras cosas. El fuego permitió cocinar los alimentos y así a nuestros abuelos les costó menos desgarrar/masticar/alimentarse con el consiguiente ahorro de energía para emplearla en otras cosas  más provechosas. De ahí hasta hoy apenas un instante. El siglo XXI promete en cien años más avance científico y tecnológico que el resto de historia de la humanidad, pero ¿quién tendrá acceso a ese avance? Esta pregunta es mía y se me ocurre así sobre la marcha. Uno de los móviles que manejan ahora nuestros niños tiene más capacidad que los ordenadores de la NASA que sirvieron para enviar al primer hombre a la luna. Esta revolución con la que ya convivimos pasa por automóviles que nos permitirán ir sin conductor, máquinas inteligentes que superan al hombre una y otra vez. Esta revolución nos llena de miedos porque qué pasará si cuando las máquinas superen en inteligencia al hombre tomen el control y decidan prescindir de la raza humana. En palabras de Amador Menéndez esto no pasará porque nunca podremos entender completamente al cerebro y si esto es así difícilmente una máquina puede superar al hombre.
Conceptos como inteligencia colectiva, tan comunes en el mundo animal (una hormiga no es inteligente, pero el hormiguero sí). Resultado de la suma de las inteligencias individuales que convierten al grupo en más inteligente y como ejemplo Wikipedia, fruto del trabajo de miles de wikipedistas repartidos por el mundo que buscan/incorporan/editan información (humildemente yo entre ellos). ¿Podríamos llegar a un cerebro planetario que englobase la superinteligencia) Sí, pero no a corto plazo. Esto no es temible, más bien abre la puerta a la resolución de muchos problemas sobre todo, relacionados con las energías renovables y la protección del medio ambiente, (lástima que los hombres no tengamos conciencia para salvar nuestro mundo, esto lo añado yo)
La última parte de la, como podéis leer, interesantísima exposición, versó sobre el BIGDATA. En el inmenso big brother que estamos inmersos donde tu huella digital sirve para conocer y manejar tus gustos, también cabe la investigación colectiva. Bigdata abre un universo de posibilidades también un big brother en el propio cuerpo humano en forma de píldora que llegue a donde nadie nunca antes llegó. Nanopartículas inteligentes que sean el guardián del cuerpo. La salud desde dentro de nosotros. El  médico del futuro está en la nube. Hasta tal punto esto es cierto que se pudo diagnosticar una epidemia de gripe a partir de la infinidad de entradas de individuos buscando en Google síntomas de la gripe. Un futuro de oportunidades está por venir. La presencia en la última entrega de los premios Princesa de Asturias de Hugh Herr, conocido como el hombre biónico entregado a una investigación sin descanso en materia de miembros biónicos. Los exoesqueletos, bypass en el cerebro capaces de saltarse a la médula espinal para enviar órdenes a las extremidades, cascos biónicos… “Un viaje al futuro al que hay que mirar con esperanza” Lo mejor está por llegar.

lunes, 12 de junio de 2017

Benita, una vida para contar

Benita con sus hijas y su nieta.

Desde que la vida me hizo encontrarme (o a ellos conmigo) con la gente de LVT (no sólo Fernando y Lucía, sino también con el resto de esa familia de colaboradores y amigos) he tenido la fortuna de hacer cosas que de otra forma nunca hubiera hecho. Científicos, diseñadores de moda, deportistas de alto nivel y rendimiento, pero también Tito Bustillo, empresarios de turismo rural, escritores... Muchos reportajes, mucha caleya y, sobre todo, mucho aprender de mi tierra y de la tierra de los concejos vecinos. Algunas cosas reconozco que me dan mucha pereza (los políticos con su discurso aburrido y repetitivo), pero otras, otras me han cambiado. Estoy convencida y no por lo que he contado, sino por las personas que me han ayudado a contarlo.
La oportunidad de colaborar en este homenaje merecido a Benita me ha llenado de alegría y de ideas para el futuro. Benita, vecina de Salcedo de toda la vida, a la que siempre me he encontrado en misa, muchas veces "de madreñes" y que siempre, siempre me ha invitado a ir a visitarla, me ha preguntado por mis padres y me ha demostrado ese calor y cariño de antes, no por mi, sino por los míos, "los de Ludivino" como dice ella. No tengo muy claro si Benita es quinta de alguna de ellas, puede ser que de mi tía Hortensia o quizás de Maruja. No lo sé.
El reconocimiento a las mujeres rurales en la figura de esta mujer que no iría mucho más lejos de la Pola, de Mieres o de Oviedo (tengo que preguntarle si conoce el mar, aunque me imagino que sí) se ha convertido gracias a los medios en algo grande. Lo local ha de transcender más allá de la Cobertoria o de Valdemurio buscando dar visibilidad a estos concejos pequeños, más cerca del centro de lo que mucha gente cree y que albergan aún resquicios de una forma de vida que da los últimos coletazos.
He pensado mucho en todas estas mujeres mayores que quedan en Quirós y en mi cabeza ha empezado a tomar forma una idea, que no llevaré a cabo seguramente, pero que pasa por recoger el testimonio de ellas antes de que la memoria les guarde una mala pasada o, bueno, la vida vaya tomando el rumbo normal y definitivo. Nati la de Graciano, Maruja la de Jamallo, Josefina de Rano, Benita de Salcedo, Salud la de Bárzana, Amable de Cortes que "era curiosa" para decir que hacia de comadrona y el otro día me contó una historia que me puso los pelos de punta. Todas, más o menos, son mis amigas, algunas son más jóvenes, pero no por eso menos sabias. Prometo este verano dedicarme a escucharlas a ellas y a todas las que quieran dejarme narrar la parte de la historia de Quirós que está escrita por las mujeres, auténtico pilar de esta sociedad.
El grupo de mujeres que se reunió el domingo, como veis la TPA al fondo grabando en directo para Informativos.

"La vida es muy perversa" me dice Benita Rodríguez (dandome nada más llegar el titular del artículo que escribiré) cuando me acerco el domingo por la tarde hasta su casa en el barrio de La Villa de Salcedo (Quirós). Me advierte su hija que las pillo en  mal momento porque "marcha pa Oviedo", pero Benita que es una mujer enormemente generosa me dice que pase. "no te preocupes Seve, entro un rato y cuando vengan a buscarla marcho. Sólo quiero hacerle una foto, si puede ser al lado de la cocina de carbón" les digo para justificar mi visita sin avisar.
Encuentro el ambiente caldeado y cómodo para charlar. Está encendida la cocina a pesar de ser primer domingo de junio. No ha habido nunca reglas con esto de encender la cocina, en muchas casas de aldea todavía se usan a diario a pesar de la vitro y el gas, mi abuela en Oviedo también lo hizo hasta el final. Sabe mejor cocinado en la lumbre de siempre. Fuego tradicional, leña y manos de cocinera expertas, símbolos también de un mundo en extinción.
Viene la nieta para llevarla a Oviedo, pero Noemí, como joven que es con toda la vida por delante, no tiene prisa y nos da tiempo a estar un rato charlando. “La vida es muy perversa, pero hay que vivir, leer algo, espabilar, atender a razones” dice Benita recordando en su cocina todo lo que trabajó en el campo para llegar hasta aquí, “Al agua, a la yerba con latas y garabatos, hacer balagares, luego carretar corzas con yerba todo el día, levantarse a las 3.00 de la mañana para volver otra vez a empezar y luego Sextaferias y todo. Lo que pasa es que los caminos estaban muy preparados para el ir y venir de xente y xente… ay madre, había xente como moscas. Fíjate yo recuerdo cien xugos en la mortera y vecinos… pues solo en la Villa había más de ochenta.”
Benita acompañada de parte de la Junta Directiva de la Asociación de Mujeres
Si a quién conozca la actual realidad rural asturiana le dices que en Salcedo había una escuela de nenos y otra de nenas no lo creería. Hoy de Salcedo solo baja un niño a la escuela de Bárzana y esta primavera ha nacido uno después de más de treinta años. Así nos cuenta Benita que “las nenas iban a escuela a Las Vallinas y los nenos al lado de la Iglesia. Yo tuve una maestra que se llamaba Hermosinda, pero enseñar no enseñaba mucho.”
En un momento recorre todas las casas del lugar, recordando los nombres de todos los vecinos. “Familias con siete hijos: los de Julia, los de Ludivino, tu güelu, los de Silveria y una cantidad de nenos y nenas tremenda”.
Tina lee el poema "Muyerines asturianes"
Sus padres, Celedonio y María, sus hermanos, Luis y José, casi treinta cabezas de ganado, una explotación ganadera que nada tiene que ver con las de ahora. “Mi madre murió joven, tenía sólo 65 años, un 27 de octubre de un año que se llevo muchas vidas en Salcedo, casi un vecino cada quince días. Mi hermano José marchó para la Argentina y ya no volvió. Luis fue el que quedó en casa. Ellos también murieron muy pronto.”
 
Concejalas del Ayuntamiento de Quirós entregan la Avellanera
Benita cumplirá 88 años el próximo 6 de noviembre. El año pasado no porque anduvo un poco baja de salud, pero este año ha sembrado patatas, arbeyos y plantado pimientos “cuando salgan” me dice “vienes que te guardo unos pocos”. Una mujer trabajadora, generosa y muy querida como se está viendo en la respuesta de las mujeres quirosanas al homenaje que le prepara la Asociación de Mujeres del valle el próximo domingo. Le pregunto que si está contenta y me dice que mucho, pero cuando le digo que si cree que estará arropada el domingo me dice que por quién “Quitando las de casa, ¿quién va a venir? Nadie, bueno Aurorina, la de la carnicería, que ya me dijo que iba”.
Miembros de la Asociación de Mayores, entre ellas su ahijada, que también quisieron participar en el acto.
Llega Noe a buscarla. Me cuenta que el sábado tendrá que madrugar para ir a la peluquería a arreglarse y se apena de que este año en San Antonio no haya más que misa “Acábose todo, antes sí que había buenas fiestas, lo mejor en Alba, menudas fiestas y en casa Zulima en la bolera. Qué guapo todo aquello. Este año nada.”
Las vecinas de la parroquia de Salcedo presentes en el acto.
Me despide, hacemos unas fotos en la antojana de su casa, “tienes que venir un día a comer conmigo Bea, vaya como me prestó charlar contigo, maja.” No me deja irme sin prometerle que vendré otro día a comer, tomar café, a lo que se tercié, pero con la única misión de escucharla a ella, memoria viva de la Asturias rural en desaparición.
Benita tiene mucho que contar, en apenas una hora hemos repasado las tareas agrícolas, los coletazos de la posguerra, fugaos y delaciones, unos tiempos muy duros para todos pero mucho más para las mujeres. Una mujer como ella que nunca salió de Salcedo, que sacó adelante una familia monoparental, cuando ser soltera y madre no estaba tan normalizado como ahora. Una mujer que se recompuso ante las dificultades que fueron muchas. Una mujer, como tantas otras, a la que los homenajes deberían hacérseles cada instante de cada día de cada año.
El domingo casi cuarenta mujeres se reunirán en el Albergue de Quirós convocadas por ella y organizado por la Asociación de Mujeres. Habrá gente que se quede fuera pero que no por ello dejará de manifestarle su respeto y su cariño.

http://lavozdeltrubia.es/2017/06/06/perfil-benita-rodriguez-la-vida-es-muy-perversa-pero-hay-que-vivirla/

http://lavozdeltrubia.es/2017/06/12/las-quirosanas-arropan-a-benita-ejemplo-de-la-mujer-rural/

viernes, 9 de junio de 2017

Serendipia

Os dejo un resumen de la presentación de ayer en Avilés. No del diálogo posterior que fue ameno, interesante y dinámico gracias en gran parte a la presencia de valor incalculable de miembros de los clubes de lectura de Avilés y de Pravia que LEVANTAN UNA PRESENTACION PORQUE SIEMPRE ESTÁN/ESTAMOS AHÍ.

"Buenas tardes y muchas gracias por acompañarnos hoy en esta ciudad en la que tanto Laura como yo jugamos fuera de casa lo que añade nervios al asunto.
Nada pasa por casualidad. Nuestra querida Flor en la presentación de Mieres lo llamó Serendipia, otras personas lo llaman sincronía y algunos otros hablan de los hilos rojos que nos unen. Yo quiero creer que en la vida las personas están destinadas a encontrarse por eso quiero empezar por leer unas palabras a modo de anécdota de cómo encontré a Laura. Luego le haré unas preguntas (que ya he hecho en otros foros) para a continuación abrir un turno de palabra si os parece bien para que podáis dialogar con ella.

Cuando Ovidio Parades en agosto de 2013 recomendó en su blog la primera novela de una autora asturiana "Dejar las cosas en sus días" en una de las líneas de aquella entrada decía que encontrarte con alguien que lee lo mismo que estás leyendo te une de alguna forma a esa persona, pero aquella entrada decía más cosas, hablaba de una historia que atrapaba desde el primer momento, comparando la novela con las de Almudena Grandes, tan bien escrita, con unos personajes que enlazan con otros, con sus alegrías o sus frustraciones, con sus ansias por vivir y sus secretos, con sus ganas de no perder la vista sobre el pasado. Ese pasado que conforma, en buena medida, lo que somos, en lo que nos hemos convertido.  Historias entrelazadas, personajes entrañables, retratos perfectamente definidos. La dignidad de algunos y la falta de escrúpulos en otros... De ahí a comprar la novela de Laura Castañón fue un instante, el siguiente paso fue enganchar a Claudia, cuyo marido es de Bustiello. De repente un poblado minero de la cuenca de Mieres se llenaba de vida y se nos descubría a muchos como algo más que el sitio donde había crecido el marido de  mi amiga.

Aspecto de la sala en la que tuvo lugar la presentación.

Cuando la novela se presentó en la librería Cervantes allí estábamos Claudia y yo, escuchando a aquella mujer sonriente que tenía absoluta complicidad con el público presente. Yo pensaba que qué envidia esa relación con los lectores-amigos. Aquel año entusiasmado todo el mundo con mi blog y con la idea peregrina de que me pusiera a escribir en serio, Claudia me envió un enlace de una librería de Gijón, Laura Castañón impartía un curso de escritura "Escribir la vida" se titulaba. Aquel día la libreras gijonesas no atendían el tfno porque era el primer día de trabajo después de Reyes y habían descansado. Así y todo, despues de un montón de emails y mensajes de Facebook, aquella plaza era para mí, Lara Meana que iba de viaje me contestó desde el tren para decirme que no me preocupara que la plaza era mía.
Recuerdo que me apresure a pagar el curso completo con el dinero que me había dado mi madre por Reyes no fuera a ser que me arrepintiera. 
Desde entonces hasta ahora Laura ha sido nuestra hermana (la hermana mayor que no tengo), nuestra cómplice, nuestra amiga y sobre todo, nuestra maestra. MAESTRA.

El grupo de aprendices de escritoras, que acabó estando solo integrado por mujeres, vivimos el génesis de "La noche que no paro de llover" y la parte emocionante y divertida de su publicación. "¿Cuándo se publica?" era nuestra pregunta favorita. Laura nos leyó la sinopsis, compartió la cubierta, la decisión de si se sacaba antes o después del día del libro...
Durante este tiempo en el que hemos vivido muchas más cosas (sobre todo elecciones, pero también enamoramientos, pérdidas, algunas muy dolorosas, preocupaciones por el momento actual, ... etc) no todas relacionadas con la literatura nos hemos reído mucho, nos hemos emocionado y al pasar las páginas de su novela, la segunda, nos hemos dado cuenta de que lo que nos enseñó está todo en ella. Junto a sus enseñanzas, el corazón y buen hacer de Laura. Hace unos meses, pensaba yo que "por qué nadie quería que le presentará una novela" áquel mismo día otra mujer excepcional me hizo una propuesta fantástica que finalmente no salió y mira tú qué estoy hoy aquí presentando "La noche que no paro de llover" en Avilés. Así que, si estáis por allí, si os gusta leer, si os gustaría verme pasando un mal rato (que espero dure un minuto, porque pasarlo mal al lado de Laura es imposible) os esperamos. Hablaremos de primeras y segundas novelas, de mujeres, de perdón, culpa e incomunicación, de madres e hijas, de editoriales grandes y pequeñas, de promociones bien hechas, de lugares que son escenarios y de la autora por supuesto. Con Ustedes, Laura Castañón."


sábado, 3 de junio de 2017

Os quiero un universo.

Mañana acaba una etapa de mi vida y el lunes empieza otra. La vida es un continuo ir y venir sin parar en el que muchas veces no somos conscientes de nuestro propio protagonismo. Hace diez años adquirí un compromiso con la UPAP de Quirós. Muchos no sabréis lo que es una UPAP, pues os lo explico. En los concejos pequeños en población y grandes en extensión el trabajo de los sacerdotes es ingente. Muchas, a veces muchísimas, parroquias a cargo de sacerdotes de edad o simplemente con una gran carga de trabajo. La Iglesia, tan denostada en ocasiones por sus propios pecados, organiza el territorio en unidades parroquiales. Brevemente podría decir que es "centralizar de alguna forma servicios" aunque para los cristianos realmente es "una organización diferente de la pastoral". En lo que a mí respecta lo que quiero decir es que la catequesis se da en Barzana, capital de Quirós y todos los niños (que son muy pocos) bajan a la catequesis allí. Yo también bajo de mi aldea a acompañarles en su proceso de formación para la Primera Comunión. Soy su catequista. Muchos domingos, sobre todo este año que me he pasado todo el curso con el coche estropeado, me traslado desde Oviedo. No quiero reconocimiento porque primero lo hago porque quiero y segundo porque me encanta trabajar con niños.
Leyendo juntos.
Ya he hablado más veces de esto: durante estos años (como primero en otras etapas de mi compromiso parroquial) he conocido a niños fantásticos y familias excepcionales, aunque también he vivido alguna situación rara, rara, pero afortunadamente esos casos son los menos y no cuentan. 
Hace un par de semanas ocurrió en Misa una de esas situaciones en las que cogerías del moño a la persona que hace de menos tu trabajo con los niños. Sé que muchos no lo entenderéis, pero fue de esos días en los que antes de acercarte a comulgar tendrías que confesar haber querido matar a alguien o sino matar, infligirle algún tipo de daño físico. Son esas cosas que quisieras no desear, pero que te "llevan los demonios" y deseas. No debería confesarlo aquí, por escrito, pero ya lo hice en FB y bueno, mañana comulgan los niños y cuando volvamos en setiembre voy a prometerme no pasar ni una.
Trabajar con niños es vocacional, mucho más cuando se trata de trabajar en la parroquia, de forma gratuita y desinteresada. Una actividad que, de mano, no les va a servir para nada, no aprenden ajedrez, ni juegan en un equipo, ni aprenden reglas de un deporte, ni compiten, ni tocan un instrumento...si acaso con suerte se familiarizarán con algunos valores que les ayuden a ser mejores personas (aunque se puede ser una excelente persona sin haber pasado nunca por ninguna experiencia de Dios, el que sea, aunque esto se pueda discutir porque el hombre es por esencia religioso en el sentido de buscar la trascendencia, el sentido de la vida, la explicación del mundo, lo mismo que también es en esencia político, vaya que me pierdo). No todo el mundo vale para trabajar con niños, te exigen mucho, pero sobre todo, te exigen humor y empatía, paciencia y cariño. Muchísima empatía. Si un niño de seis años te hace una pregunta durante la celebración hay que contestarle. Si una niña se pone mala hay que acompañarla (aunque sepas que solo es cansancio, empacho de caramelos o que no quiere leer). Si estás revoltosos hay que calmarlos sin imponerte, pero, sobre todo, hay que quererlos y entenderlos.
Hay complicados factores añadidos que no voy a exponer aquí, pero que son el reflejo de la sociedad que vivimos. Punto.
Durante este proceso de dos o tres años, crecen. Crecen como las personitas que ya apuntan serán y eso, verlos crecer es algo muy, muy gratificante. Cuando llegan silabean al leer y cuando comulgan desdentados o con esos enormes paletos desmesurados para sus caras de niños, leen de corrido, saben interpretar lo que leen, son conscientes de la suerte que tienen y dan lecciones de sabiduría (infantil, pero sabiduría)
Dice Concha Torres, directora de mi colegio durante muchos años y provincial de las hermanas del Amor de Dios que "Educar es una forma de amar", pues por mi parte y humildemente, solo quiero añadir "gracias a quienes depositan su confianza en nosotros para que acompañemos a los niños, gracias por su compromiso con la educación de sus hijos y nietos y gracias por elegir la UPAP de Quirós para que comulguen los niños con todos nuestros defectos y todos los inconvenientes de la pastoral rural solo puedo decir que soy feliz de haberlos conocido y más este año que los primeros se gradúan para comenzar en setiembre sus estudios universitarios. Estoy segura de que ellos un día mirarán hacia atrás y recordarán con cariño esta etapa que mañana concluye para Aarón y Lucia. Muchísimas felicidades. Os quiero un universo."

jueves, 1 de junio de 2017

El lugar de mi Bleturge

"El amor no es ciego, la pasión es ciega. Cumplida la pasión vemos claramente si detrás, debajo o al lado había amor." Una casa en Bleturge, Isabel Bono.

Premio de Novela Café Gijón 2016
Un hijo muere y la vida continúa. Continuar significa seguir en pie para sobreponerse e incluso seguir para cuidar de otros que aún son y están.
Un matrimonio con hijos. El pequeño de corta edad muere antes de tiempo en un accidente doméstico y la mayor queda anclada en la inmadurez más propia de la edad que tenía a la muerte de su hermano. La historia se construye en torno a este temprano fallecimiento. Una familia cuyos miembros gestionan el dolor de diferente forma y, a medida que avanza el tiempo todo se va desgastando. Se desgastan la complicidad y la ternura, y donde éstas habitaban se instalan sentimientos de dolor, odio y resentimiento. La hija se siente culpable desde niña y su padre se lo recuerda con cada gesto. Los padres cargan por separado con un vacío que cada cual resuelve a su modo. Él intentando olvidar aferrándose al presente sin futuro que le proporcionan algunas tardes de hotel junto a una mujer joven que es el vivo retrato de su esposa y evitando cualquier intimidad con ésta. Ella cuidando de un padre que se muere y tratando de comprender a una hija que le recuerda demasiado a su hermana y huyendo de la intimidad innata a una relación matrimonial. La protagonista, la madre, esquiva su inmensa soledad gracias a las visitas al hospital donde un padre anciano cumple el ciclo natural de la vida y el trayecto en el tren de cercanías desde donde observa la vida de los demás. Entonces sueña con un lugar donde todo sucede lentamente, donde no es necesario recibir ni dar explicaciones: una casa en Bleturge.

La autora en LibOviedo

El de arriba es el resumen, más o menos, del argumento de esta novela. Igual que la vida que, en general, es una cadena de despropósitos en la que incluso la gente de buena fe "hace cosas que ofenden a otros", luego están los libros como universos paralelos donde vivir las vidas que queremos. En esta novela, ningún lector quiere ponerse en la piel de los personajes, sin embargo, todos somos conscientes del dolor tan grande que supone la pérdida de un hijo (o creemos serlo).  Un accidente tan horrible que ni siquiera hay un nombre en el diccionario para definir a los padres que pierden un hijo, distintas formas de afrontarlo, ninguna realmente válida. Los personajes anónimos quedan perfectamente dibujados por sus pensamientos, sus comportamientos, su forma de mirar la vida y de enfrentarla.
A posteriori del encuentro con la autora, en el club de lectura de la biblio de Pumarín analizamos "Una casa en Bleturge", desmenuzamos un libro excepcional (que puede gustar o no porque para gustos colores) pero que hay que leer. Un libro que además de sentimientos y de gestión de dolor y emociones va de incomunicación, el gran mal de nuestro mundo. Incomunicación a la hora de decir lo que nos gusta y lo que nos desagrada. Incomunicación para no deshacer los nudos que se nos ponen en la garganta cuando quieres decir lo que sientes y no puedes. Incomunicación cuando por quedarte en la comunicación no verbal te quedas a medias. Y sí, el silencio puede ser poético, pero no me vale cuando quiero decir lo que siento porque yo "porquesí" necesito palabras y retratos para expresarme, para amar y que me amen. Qué complicado todo y que sencillo si tenemos las herramientas más precisas y preciosas, lastima que a veces nos falle el diccionario para saber usarlas.

La autora en la posterior firma de ejemplares rodeada de lectores, bibliotecaria de Pumarín y libreros.
Buena semana y buenas lecturas, se acerca el finde, dedicadle un rato a estar con vosotros mismos, practicar la comunicación con nosotros mismos puede ser un buen ejercicio para aprender a hablar con los demás.

http://unacasaenbleturge.blogspot.com.es/2017/05/bleturge-en-asturias.html#comment-form