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jueves, 2 de marzo de 2017

Soy funambulista.


Estos son algunos de los hilos que forman mi red de funambulista, faltan muchos.

funambulismo
1. m. Arte del funámbulo (acróbata que realiza ejercicios).
2. m. Habilidad para desenvolverse ventajosamente entre diversas tendencias y opiniones opuestas, especialmente en política.
funambulesco, ca
2. adj. Extravagante, exagerado, llamativo, grotesco.
 
Soy funambulista. Los funambulistas nos pasamos la vida haciendo acrobacias sobre el delgado e inestable equilibrio del cable que sostiene nuestra existencia. Esquivando tormentas que sobrellevamos sujetos a tierra gracias a las raíces de un árbol imaginario, el que han plantado para nosotros nuestros padres. Caminando bajo la lluvia cobijados únicamente por un paraguas que casi siempre nos presta un buen amigo. Aquellos que afrontamos con valentía, o no, problemas reales o imaginarios, superamos crisis personales y mundiales, enfrentamos penas, tristezas, enfermedades e intentamos salir adelante levantarnos cada mañana, tomando impulso e incluso, los días que la losa es más pesada, hasta tirándonos de la cama. Aquellos que nos vamos preparando para lo que la vida nos va a dar y que vamos aceptando anticipadamente como el peaje que lleva implícito el maravilloso y sencillo hecho de vivir. Los funambulistas, hagamos lo que hagamos, siempre estamos con el cuerpo y el alma pendiendo de un hilo, de un alambre fino o grueso sobre el que, paso a paso, vamos cumpliendo nuestro destino que, muchas veces, no es el que más nos gusta. Ya dice el refrán "que el hombre propone y Dios dispone". Dios o cualquiera de los dioses de nuestra sociedad (paro, abandono, soledad, azar,...). Ya quisiéramos los funambulistas tener el poder de decidir. Avanzamos sobre el alambre en busca del extremo al que estamos abocados que siempre es la muerte. Aceptamos nuestro cuerpo como el débil envoltorio que es. Sabemos lo que nos embellece la sonrisa y un traje de colores. Trabajamos por conseguir ser cada día un poco más felices o por hacer a los demás la vida más fácil o llevadera, pues sabemos que realmente la felicidad que reflejamos casi nunca es la nuestra sino la que vamos posando en los otros. Amamos la tierra que pisamos y lo contagiamos en la medida de lo posible. Sabemos que nuestro trabajo, si no nos gusta o es el equivocado, no es más que algo que nos sustenta y si podemos, huimos de él en busca de otro horizonte que nos permita dar lo mejor de nosotros, desarrollando nuestras capacidades, nuestra creatividad o nuestro arte. Aprendemos todo esto desde pequeños y es una tarea complicada. Doy fe.
Es muy dura la vida de los funambulistas. En ocasiones nos encontramos en la cuerda floja. Sentimos miedo, vértigo, temblores y ansiedad, entonces preferiríamos ser malabaristas, magos, payasos, jefes de pista o incluso domadores (siempre es mejor enfrentarse a los animales más fieros que a uno mismo), todas profesiones con los pies en el suelo, sin embargo lo mejor de nuestro trabajo es que nunca estamos solos. Una de las primeras cosas que aprendemos en la Academia de Funambulismo es que caminar sobre el alambre es algo que se hace en soledad, pero que nunca ha de hacerse sin red. Esa red, si es tupida mejor, será la que nos recoja si el alambre se rompe, si resbalamos o si nos caemos. Sí, ya sé, me diréis que hay que aprender a caer, pero siempre caéremos sobre mullido y aquí es donde yo quiero contaros acerca de las redes que se forman en torno a cada uno de los funambulistas. Son redes de carne y hueso, de músculos, de sentimientos y emociones, de críticas y aplausos, de amigos y enemigos que también son importantes a la hora de saber cual es nuestro verdadadero sitio en el mundo. Son redes tejidas de virtudes y defectos, las propias y ajenas. Hemos de asegurarnos que la urdimbre de la red sea resistente, de forma que no haya nudos mal atados, ni flojos, ni zonas por donde se pueda colar nuestro cuerpo o alguno de nuestros brazos o piernas en caso de tener un desliz. La red ha de ser fuerte y compacta, también elástica y fácil de remendar en caso de sufrir un desgarrón. Con esa red estaremos siempre a salvo. Los funambulistas trabajamos muchas horas para conseguir esa red. Si acaso vamos a clase particular con las rederas de Lastres, por poner un ejempl, ellas llevan siglos dedicadas a perfeccionar este trabajo. El esmero con el que tejen las redes es increíble. Es un trabajo artesanal y tienen que dedicarle mucho tiempo. Todos los días que hay redes rotas tienen que trabajar, sea el día que sea. Tejer una buena red no es moco de pavo. Normalmente es un trabajo que se hace en familia, pues la base de las redes suelen trasladarse de padres a hijos y éstos completan los huecos que aquellos han ido haciendo con el uso. Vivir es una elección personal. Tejer la red es cosa de uno. Los hilos de mi red son fuertes y sanos, algunos llevan siglos junto a mi y los míos. He tenido suerte. He trabajado mucho y bien en ella. Llegar hasta aquí me ha costado, pero lo he hecho.
P.D. mención aparte merecen los postes que sujetan la red. Imaginaréis quien los forman. Los pilares de mi vida, los de casa. Mi madre, mi padre y mi hermano y su familia y mordiendo de vez en cuando las cuerdas Lola (que me ha hecho más terrenal con sus exigencias)
















 

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