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jueves, 5 de noviembre de 2015

Truébanos y colmenas.

Poca gente conoce la auténtica labor de ingeniería que hacen las abejas. Esos insectos amarillos y negros de los que todo el mundo huye y de los que casi nadie se acuerda cuando aprovecha las cualidades medicinales y nutritivas de ese producto tan valorado que es la miel y que ellas generosamente producen. Y es que las abejas no sólo son imprescindibles para el proceso de polinización que es el mecanismo mismo de la vida, sino que tanto dentro de las colmenas modernas como de los tradicionales, cada vez menos frecuentes, truébanos, las miles de abejas construyen un universo particular admirable. Una comunidad ordenada donde la Reina manda y los demás obedecen. Entre 40.000 y 100.000 abejas pueden convivir en una única colmena en las que la producción de miel tiene una relación de 7 kilos de miel producidos por cada kilo de cera aproximadamente. Pudiendo llegar a producir 15 colmenas hasta 3,500 kilos de miel. La producción de miel artesanal es una actividad que conserva mucho de tradicional gracias a la gran cantidad de pequeños productores aficionados que siguen aplicando usos y costumbres de siempre. El Valle del Trubia no es la excepción. Es el caso de Roberto F. Osorio de Ricao (Quirós) aficionado que nos hace una primera aproximación a este mundo.
Y así cuenta Roberto F. Osorio que tradicionalmente los truébanos eran los lugares en los que "ensamaban" las abejas, pudiendo darse el caso de conseguir ensamar un enjambre que estuviera en el monte y al que se engañaba para que se instalará en el truébano con la "abechera" (planta que se usaba para que las abejas siguieran al hombre y que no es otra que la melisa) Los truébanos eran troncos huecos de árbol, de ahí su forma redonda, con unos agujeros por donde entraban y salían las abejas. En ellos se introducía una cruceta de madera a partir de la cual el enjambre construía los panales con cera. Panales en los que depositaba la producción de miel. Tras la floración de primavera y después del verano, en junio la producción aún es muy pequeña, sobre todo en los meses de setiembre y octubre, cuando el tiempo empieza a estar frío sin estarlo, comienza la extracción de la miel. Siendo más fácil la extracción pues la miel está aún líquida. Años atrás, llegado el tiempo de la extracción, se seguía el siguiente procedimiento: de noche los dueños de los truébanos se acercaban y sopesaban cual de ellos estaba más lleno. Lo retiraban introduciéndolo en un saco bien cerrado y con él se iban a la fuente o al bebedero de las vacas, donde procedían a ahogar a las abejas. Sacaban los panales y en casa, con ayuda de una prensa, extraían la miel. Esta forma de extracción distaba mucho de cumplir unas condiciones higiénicas mínimas, la calidad de la miel estaba lejos de la actual y la fórmula tampoco era especialmente productiva.
Hoy el procedimiento es diferente y no se mata a las abejas. Se ha sustituido a los antiguos truébanos por las modernas colmenas que han de estar situadas en un lugar soleado pues las abejas necesitan el sol para trabajar y en un lugar donde no molesten a nadie, que no haya casas, que no haya caminos. Antiguamente estaban dentro de los pueblos porque fuera estaba el oso, principal enemigo de las colmenas y porque en esta zona no hay "cortinos" para protegerlas (construcciones de piedra circulares que existen por ejemplo en la zona de Los Oscos) actualmente el pastor eléctrico es la defensa contra el oso que, sin embargo, se las sabe todas para llegar a su trofeo. Las colmenas, que a diferencia de los truébanos son cuadradas, tienen una caja base a partir de la cual se van añadiendo alzas con las que se van haciendo pisos. Dentro se encuentran los panales, cuadros de madera con un marco en los que se coloca la cera en celdillas hexagonales, no redondas ni cuadradas pues es en las hexagonales donde cabe más cantidad de miel. Esa cera es estirada por las abejas que van haciendo recipientes que sellarán con la misma cera tras llenarlos de miel. En las colmenas el lugar por donde entrar y salen las abejas se llaman piqueras y en torno a ellas crean un auténtico lugar de aterrizaje y despegue desde el que partir a su particular labor fuera de la colmena.
La extracción se hace a partir del aturdimiento de las abejas con humo en un momento en el que la actividad ha disminuido y ellas se encuentran menos activas. Se extraen los panales, se quita con un cuchillo la cera que recubre las celdillas y se deja la miel al descubierto. Se colocan los panales en un extractor que puede ser desde manual a automático dependiendo del número de colmenas que tenga el productor y se extrae la miel.
Pero ¿cuál es el criterio que diferencia a un productor profesional de uno aficionado? Según el Plan Apicola Nacional el criterio es únicamente tener más de 150 colmenas. Si bien Javier García Galguera, pequeño productor profesional de miel asentado en Villamejin que la comercializa bajo el nombre de Miel de los Valles del Trubia, nos cuenta que el profesional está sometido a un fuerte control sanitario que garantiza la calidad de la miel producida. Hoy, de acuerdo a la normativa comunitaria, el pequeño productor también puede comercializar parte de su producción siempre que tenga un número de explotación y que se venda directamente a particulares.
Por lo que respecta a la calidad de la miel del Valle de Trubia, García Galguera, defiende que la miel que se produce en esta zona no sólo no tiene nada que envidiar a la miel del Occidente donde probablemente se produzca más cantidad, pero no más calidad. La miel de los Valles del Trubia reúne unas características organolépticas excepcionales debido fundamentalmente a que en poco terreno existe una gran variedad de flores. Este productor que tiene repartidas sus colmenas por distintas zonas del Valle nos comenta que en Vallin (Quirós) la mancha de castaños llega practicamente a La Cobertoria, mientras que en la Granda de Olid, encima de la Peña de Caranga, las abejas disfrutan con las zonas de brezo y los robledales y en Proacina, brezo y castaño de nuevo. Esta composición floral enriquece la miel otorgando un amplio abanico de sabores y colores a la producción autóctona.
Una actividad muy interesante pero no exenta de problemas. En la actualidad el tamaño del sector les impide, por ejemplo, luchar eficazmente contra la avispa velutina, una especie invasora que llegó a Europa en un barco de carga procedente del continente asiático y que amenaza la supervivencia de las abejas que no cuentan por si mismas con un instrumento eficaz de defensa. Dar solución a esta amezana, conseguir una mayor profesionalización y modernización del sector son algunos de los retos de futuro que se presentan ahora mismo.

LA PRODUCCION DE MIEL ARTESANAL EN EL VALLE DEL TRUBIA (publicado en La voz del Trubia, número de noviembre de 2015)


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