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domingo, 19 de octubre de 2014

Elena y su lucha contra el cáncer.

Hoy es el Día Contra el Cáncer de Mama. El caso es que ayer con el tremendo aire que hacía no fui capaz de sacarme de la cabeza a mi abuela Elena que le tenía pánico al viento y era capaz de pasarse la noche despierta vigilando la palmera de la Fábrica de Armas que veía desde la ventanina de su puerta. Mi abuela tuvo cáncer, aunque no fue de mama. Fue diagnosticada cuando yo era una niña de párvulos de cara redonda y coloretes y mi hermano un rubio de pelo casi blanco y ojos azules que tenía casi todo de vikingo. Mi abuela nos adoraba. Nos adoraba porque no sabía querer de otra manera y nosotros que no teníamos ni idea de lo que significaban las palabras cáncer, ni pérdida, ni enfermedad, ni dolor, ni, por supuesto, muerte fuimos su horizonte en aquellos días de olor a hospital y a medicinas. El Dr. Villaverde, un joven ginecólogo que empezaba su andadura, fue su dios particular y le salvó la vida en una operación a vida o muerte que era de las primeras veces que se hacía. Elenita Peláez para salir de allí se pusó como meta verme hacer la Primera Comunión. Y ésa y todas las pequeñas metas que se fue poniendo a lo largo de su vida fueron las que la llevaron hasta los 89 años en plenitud de facultades (murió a los 96, pero el último tramo no cuenta, al menos hoy) y fueron las que la mantuvieron a salvo de que el cáncer volviera. Y no volvió, vaya si no volvió. Hubo muchas más metas. La recuerdo en mi jura en el Colegio de Abogados juntos a mis padres, mi hermano y mis amigas, orgullosa no, lo siguiente y el día que celebramos el final de la carrera de mi hermano comiendo en El Quesu, por ejemplo.
A mi abuela la tuvieron tres meses ingresada llena de drenajes y tubos, intentando que todo volviera a funcionar. En cuanto se pudo levantar nos veía por la ventana de Maternidad. Nosotros entre los coches agitábamos nuestras maninas, preguntándonos porque no bajaba a abrazarnos y ella seguramente rezaba por lo bajo evitando llorar porque mi madre se lo habría prohibido o porque había pasado tanto miedo que ya no tendría más lágrimas. Mientras tanto hizo amistad con la enferma que tenía al lado, una niñina de diecinueve años que estaba pasando por lo mismo. Quién las vería a las dos aquellas largas madrugadas compartiendo los planes que tenían con la incertidumbre de no saber si podrían llevarse a cabo. La joven también se salvó y, años después, mis abuelos la acompañaron el feliz día de su boda.
Seguramente a mi abuela hoy la hubieran operado de forma menos agresiva, los años no pasan en balde y la ciencia ha avanzado una barbaridad. A pesar de aquella carnicería ella se fue a casa con una única pauta, lavar la herida con agua y sal y así lo hizo mi madre el tiempo que duró el postoperatorio. Tuvo algunas secuelas el resto de su vida fruto, no de la mala praxis quirúrgica, sino del tiempo aquel. Hoy a muchas mujeres se les reconstruye la mama en el mismo momento de la operación o se las interviene evitando quitársela. La cirugía es menos invasiva si se puede evitar al menos de cara al exterior. Eran otros tiempos.
El caso es que quiero afirmar que a día de hoy (y tb hace cuarenta años) el cáncer se cura. Es verdad que algunos diagnósticos todavía son una sentencia de muerte, pero ¿acaso no es una sentencia de muerte un infarto fulminante, un accidente de tráfico o cualquiera de las formas de morir de repente que se nos ocurran? Aunque sé que es duro oirlo el cáncer, a diferencia de estas muertes, te deja organizar un poco, sólo un poco, tu vida y la de los tuyos y te permite luchar y enfrentarte a él. Ya sé que nadie sustituye al ser querido, pero ni en éste ni en los otros casos, porque el que se va no tiene ya repuesto en nuestro corazón. Así que hoy, un día en el que se celebra la lucha contra un cáncer que afectará a una de cada ocho mujeres a lo largo de sus vidas, quiero dejar constancia de este testimonio que si no es igual es muy parecido.
La prevención y la detección precoz, la investigación y los tratamientos farmacológicos son fundamentales en la lucha contra la mortalidad. La familia y el apoyo sicológico son los pilares en los que sujetarse. La concienciación de hombres y mujeres por hacerse sus controles preventivos y por mejorar y cambiar, si fuera necesario, sus hábitos de vida, la importantísima y necesaria inversión en personal científico y recursos (menuda utopía con los tiempos que corren), el seguimiento de los tratamientos y, sobre todas las cosas, la actitud y la pasión a la hora de luchar. Nadie sabe más de pasión por la vida que un enfermo de cáncer, estoy convencida.
Y una vez que recibes los últimos resultados que te dicen que estas limpia y que te olvides, que te morirás de cualquier otra cosa pero no de esa puta enfermedad que os ha traído en vela los últimos tiempos, retoma tu vida y VIVE. No sobrevivas, VIVE, vuelve a tus proyectos los que pospusiste mientras duró el tratamiento, los que aparcaste por temor o por miedo, los que deseabas cumplir. Hoy yo conozco mujeres a punto de cumplirlos. Y no tengas miedo, ¿el cáncer te reta? Pues plántale cara y gana la batalla.

martes, 14 de octubre de 2014

"La mujer de al lado" de Ovidio Parades

"Cuando la vida comenzó a pesar.
¿Cuándo sucedió eso? ¿Cuándo comenzó a pesar la vida?"
                                                         Ovidio Parades en "La mujer de al lado"

Me encanta el otoño. Es mi estación favorita. No sólo me gustan sus colores y sus olores, ni los árboles que mudan de tonalidad para luego abandonarse, desnudarse de hojas y empezar su preparación para lo nuevo que vendrá en primavera. Es el ciclo de la vida que se repite año tras año dejando atrás lo caduco y lo viejo. Me gusta no sólo porque lo hacen las labores propias del mismo: recoger manzanas del suelo que sólo son la excusa para enredar por fincas y pomaradas, ir a castañas como justificación de largos paseos por el monte con los niños cargados con cestos de mimbre que nunca llenan. Es tiempo de llagares y faroles de amagostar. Sidra dulce y castañas asadas son los auténticos pequeños manjares que nos trae el otoño. El Bosque de Lindes va dorándose sin prisa, pero sin pausa. En unos días robles y hayas, castaños y fresnos darán un auténtico espectáculo de amarillos, rojos y marrones, el brillante naranja de las calabazas destaca en las huertas entre sus enormes hojas. La paleta de color de esta estación es infinita. El sonido de los pasos sobre el tapiz de hojas secas por los caminos se magnifica frente al silencio que reina en nuestros bosques apenas roto por el cortejo de los animales. Las sendas se cubren con una alfombra dorada y cobriza que cada momento cambia su barroco colorido. Cada hoja es una pieza del mosaico original y único que nos ofrece el otoño. Y ese olor a tierra mojada... Habrá gente que prefiera la explosión de la primavera preludio de tardes de terraza y playa, de sol y calor, pero yo me quedo con este tiempo inestable y lluvioso, ventoso y voluble como yo misma, que nos obliga a sacar los chubasqueros y los gorros de agua, pero que todavía nos sorprenderá con algunos días de sol que atesora avaricioso y nos irá entregando con cuentagotas de aquí al 21 de diciembre.
Además el otoño ovetense nos ofrece un extra, ya una costumbre en los últimos años (para mi éste será el tercero) la presentación de la obra del escritor Ovidio Parades que siempre llega con su último libro por estas fechas como regalo anticipado de Navidad. Este año es una novela coral "La mujer de al lado"
En ella los caminos de Emilio y Lucía confluyen por casualidad en un momento concreto de sus vidas. Él la está comenzando y ella está intentando reconstruir la suya lejos de un pasado que quisiera poder borrar. Este encuentro ofrece al autor la oportunidad de relatarnos la historia de ambos, también la de sus familias. Cada capítulo es una pequeña novela dentro de la acción principal. Ellos mismos y cada uno de los que les rodean, todos, cada uno de nosotros, tenemos nuestra propia novela. ¿Es una novela de amor? Sí, es una novela de amor, de despertar y de curación, el amor que enseña y que redime. ¿Es una novela dura? Sí, es una novela dura porque trata un tema duro, uno de los peores azotes que sufre nuestra sociedad: los malos tratos, la violencia de género, la violencia dentro del hogar, una auténtica tragedia. El odio gratuito y la sin razón, los celos y el miedo. El miedo que se pega a tu piel y no te deja vivir, ni respirar. El miedo que te ahoga y te inmoviliza. El silencio que enmascara el dolor. Sin embargo, la novela envía un mensaje positivo, un "si quieres, puedes" aunque eso suponga muchas veces arriesgar tu vida y la de los que están contigo. No hay ni una sola mujer en la tierra que no merezca vivir en paz y ser feliz, qué pena que en muchos casos esa paz pase por una lápida en el cementerio con su nombre escrito en ella. Si queréis saber más, tenéis que leer el libro. Este texto es un regalo para todas las Lucías que gritan "basta" y para todos los Emilios que se arriesgan a amar aunque sea por un momento.
Y ¿qué decir del autor que no hayamos dicho u oído ya?
Quiero creer que también conocí al Ovidio librero un otoño buscando el libro infantil de un amigo ilustrador que había editado Ámbitu, en aquella librería de barrio tan fatalmente situada en una calle por la que sólo pasaban los vecinos y gracias, una calle que es la antítesis de lo que es una calle comercial. Conocí a Ovidio allí y en un brevísimo plazo de tiempo la librería cerró. Apenas nos dio tiempo para entablar amistad, pero si para darme cuenta de que aquel local acogedor y lleno de libros por todas partes tenía en su librero su mejor capital. Él escuchaba y asesoraba en todo lo que le preguntábamos, nos encargaba los títulos que no había en aquel momento y recuerdo que, una vez, me llamo para comentarme que había salido un libro nuevo de Barbery. Era un trato personal y cercano. Al cerrar la librería le perdí la pista como librero, pero el destino me lo devolvió como bloguero.
Hoy tener un blog es algo muy común, pero tener un blog al día es algo complicado. Si encima tienes a un montón de gente repartida por el mundo que espera sus entradas y sus vivencias, sus críticas de cine y su análisis personal y siempre exquisito de la última obra literaria que tiene entre manos es lo más. Ovidio Parades lo tiene. Su blog está vivo y yo seguidora de muchos (bueno, no tantos) doy fe que mantener un blog vivo durante cinco años es una hazaña. Una proeza que exige mucho tiempo, mucha dedicación y mucho esfuerzo. Ovidio además de un gran profesional como librero y como creador es un hombre generoso, muy generoso y así lo demuestra desde su ventana al mundo donde no duda en elogiar aquella obra ajena que según su criterio merezca la pena. Como divulgador es fantástico.
A lo largo de los dos años que han transcurrido entre estos tres octubres, Ovidio se ha convertido en mi mentor, mi ejemplo y mi referente no sólo por su forma de trabajar, sino también por su forma de comunicar, de observar la realidad de su ciudad que es la mía y de retratarla, de contar como fue nuestra infancia y como es nuestro presente. He aprendido mucho de él y con él. No sólo leyendo sus textos, sino que he educado mi criterio. Siguiendo sus recomendaciones me he vuelto más exigente. He crecido como lectora. Podría asegurar que ahora soy mucho más selectiva.
De todo lo que ha cambiado mi vida en este tiempo, él sin duda tiene mucha culpa y nunca me cansaré de agradecérselo en público y en privado, en voz alta y por escrito. Y que quede claro que nuestra relación pasa por un apresurado vino este verano y eso sí, mi absoluta fidelidad y entusiasmo a la hora de seguirle por donde quiera que va siempre que mi vida lo permita. Él sabe el respeto y la admiración que le profeso.
Ninguno de los dos podemos ver el futuro, yo querría y seguro que él también, pero creo que nos esperan muchas cosas que celebrar. Sus éxitos seguro.

jueves, 9 de octubre de 2014

La dueña de Excalibur

Teresa Romero tiene ébola. Esta auxiliar de enfermería que se presentó voluntaria para tratar a Miguel Pajares y a Manuel García Viejo, los dos nacionales españoles a los que se repatrió enfermos, se debate entre la vida y la muerte. Es fácil que pierda esta batalla. Tiene todos los boletos de la rifa. El tema ahora es que los responsables de la sanidad madrileña y española pretenden hacernos creer que es ella misma la que, por error o negligencia (o ambos a la vez), se contagió con el virus. La información que nos está llegando pinta a una mujer negligente, mentirosa y culpable de lo que le está pasando. Tendrán suerte y Teresa se les morirá y con ella la posibilidad de poner luz en lo que ocurrió a pesar de tener una cámara grabando las asistencias a los enfermos y las entradas y salidas de la habitación. En este país en el que los profesionales de la medicina están sosteniendo, con más ganas que medios, un sistema sanitario que se derrumba, al tiempo que se pone en evidencia, cada vez más, la ausencia total de integridad moral en nuestros gobernantes, una mujer hasta hacer cuatro días anónima, está luchando contra la enfermedad y enfrentándose al sistema. 
Pues sí, Teresa Romero es culpable, es culpable a pesar de que llamó a los de Medicina preventiva para comunicarles que se encontraba mal, culpable a pesar de que adoptó las medidas para no contagiar a su marido, culpable por no comentárselo a su médico de familia y, hoy, también he escuchado que es culpable por haber ido a depilarse. Dicen "No se encontraba tan mal si fue a depilarse"
Yo lo que creo es que Teresa sólo es culpable de creer que el protocolo, los trajes de bolsas de basura y los guantes de 0,15 céntimos (los más baratos que les ofertaron) iban a funcionar. Culpable de creer que España, un país que presume de estar a la cabeza de Europa, tenía capacidad para frenar un virus de mierda que se está cebando en uno de los países más pobres del mundo porque no tienen ni para hidratar a los enfermos. HIDRATARLOS. Y donde, encima, abrazan a sus muertos por no sé qué creencia suya (totalmente respetable por otro lado). Teresa de lo único que es culpable es de ser una ingenua y de creer en el sistema público de salud de este su país. Yo no doy crédito a que no haya un hospital donde poder controlar la enfermedad, como tampoco me puedo creer que no haya un lugar donde tener a Excalibur en cuarentena cuando gran parte de la comunidad científica apuntó lo importante que podía ser estudiar si el perro estaba infectado o no, y si lo estaba, ver cuál era la evolución de la enfermedad en los animales domésticos.
No señores, no hay ni hospital, ni laboratorio de referencia pero, eso sí, estamos a la cabeza de Europa o eso pretendemos. A la cabeza de la ignorancia, del catetismo y en manos de la clase política más miserable que nos ha tocado y a la que hemos votado. Y me pregunto yo ¿cómo es que el resto de países del primer mundo han repatriado a sus nacionales enfermos y sólo se ha contagiado Teresa? Periodistas, voluntarios de ONG, médicos y personal sanitario, hasta ahora ningún caso que no viniera enfermo del origen, menos nosotros. Es un hecho que el virus del ébola iba a llegar a Europa. Era imposible que en el mundo de la globalización no lo hiciera. Un ingeniero que se cruza en el aeropuerto internacional de París con un colega que viaja a Japón y se estrechan las manos, un inmigrante enfermo que llega a nuestras costas en patera. ¿Cuál es la diferencia entre uno y otro? En teoría, los medios al alcance de uno y otro para atajarlo. Y SI, hay gente que se cura y hay gente que supera la cuarentena, en el hospital de Mabesseneh en Lunsar (Sierra Leona) acaban de hacerlo. Nos dijeron que nos iban a matar las vacas locas y la gripe aviar, pero nos vamos a morir de asco si no nos morimos antes por culpa de la contaminación.
Y mientras a Teresa la estigmatizan ¿qué pasa en España?
Condenan al juez Elpidio a diecisiete años y medio de inhabilitación por perseguir a Blesa como primero hicieron con Garzón (éste por el caso Gürtel). Imputan a Rato y a Blesa (coño, éste otra vez) por el caso de las tarjetas opacas de Caja Madrid. Más de 15 millones y medio de euros en gastos sin justificar realizados por los consejeros y los directivos de esta entidad. Nada un grupete de amigos que se iban juntos de farra, de putas o de caza. ¿No era ésta la Caja que vendía preferentes a nuestros padres y abuelos? ¿Estarán sus ahorros dentro de esta partida? (Hay que decir que sólo tres de ellos no usaron la tarjeta. Joder, va a ser que la honradez en este país es la excepción) Spottorno, ex Jefe de la Casa Real, hace mutis por el foro antes de que le imputen también a él. Mas sigue en sus trece y ahora busca la fórmula para poder celebrar el 9N sin romper la unidad e intentando burlar al TC. La Fiscalía Anticorrupción investiga a Villa, el histórico líder sindical de la minería asturiana, por haberse acogido a la amnistía fiscal del 2012. Nada, tenía debajo del colchón un millón cuatrocientos mil euros y se olvidó de declararlo. Moco de pavo. Que no digo yo que los sindicalistas tengan que ser pobres de solemnidad, pero ¿sabéis lo que cuesta ganar un millón de euros trabajando honradamente? Ah claro, que si es honradamente no se le despista a la Agencia Tributaria. Igual en HUNOSA con el vale del carbón le dieron una "black card" (la verdad es que en este caso el nombre le viene al pelo) En el accidente del tren en Galicia sólo es responsable el maquinista. No sigo, porque podría estar hasta mañana.
Tenemos un país en caos, en ruina moral que es mil veces peor que la económica. Pienso que la crisis del ébola acaba de empezar, pero da igual porque ya tenemos culpable: Teresa Romero, ¿no habíamos quedado en eso? Ella y los desahuciados, los parados y los preferentistas que no leían los contratos, los afiliados al SOMA que creían en su líder y cada uno de nosotros que vivíamos por encima de nuestras posibilidades. Todos excepto nuestros políticos que son irresponsables totalmente, ni el consejero de Sanidad de Madrid, ni la ministra de Sanidad (al final el único capaz de irse asumiendo su fracaso y dando la cara ha sido Gallardón) Esta "pija ministra vestida de azul" decía que el momento más feliz del día era "cuando veía como vestían a sus hijos" Dios Mío, aparta de nosotros a esta gente. Pero ¿sabéis qué? Cuando vayamos a votar, no haremos nada. Muchos dirán, "¿Total para qué?" "¿Regeneración democrática?" Y ¿os extraña que la gente esté harta?
Espero que sólo haya una víctima en esta crisis y que la víctima tuviera cuatro patas.

martes, 7 de octubre de 2014

Sobre los guardianes del conocimiento y las fortalezas del saber.

biblioteca: Del lat. bibliothēca, y este del gr. βιβλιοθήκη).
1. f. Institución cuya finalidad consiste en la adquisición, conservación, estudio y exposición de libros y documentos.
2. f. Local donde se tiene considerable número de libros ordenados para la lectura.

escándalo: (Del lat. scandălum, y este del gr. σκάνδαλον).
3. m. Desenfreno, desvergüenza, mal ejemplo.

desmantelar: (Del lat. dis, des-, y mantellum, velo, mantel).
1. tr. Echar por tierra y arruinar los muros y fortificaciones de una plaza.
2. tr. Clausurar o demoler un edificio u otro tipo de construcción con el fin de interrumpir o impedir una actividad.
4. tr. Desamparar, abandonar o desabrigar una casa.

El pasado sábado, día 3 de octubre, en el Polideportivo de Grado tuvo lugar el IV Encuentro de Clubes de Lectura de las Bibliotecas Públicas de Asturias promovido por el Grupo de trabajo de animación a la lectura de la red de bibliotecas públicas de Asturias con su coordinadora Cristina Jérez a la cabeza. Autores de la talla de Manuel Rivas, Clara Sánchez y Manuel Vicent han ido abriendo el camino hasta llegar a éste en el que la protagonista fue Rosa Montero o, mejor, Rosa Montero fue la excusa. Las estrellas indiscutibles fueron, son, la lectura y los lectores, el autor y el proceso creativo, el diálogo enriquecedor y la relación provechosa que se establece entre todas las piezas: autor, lector y obra. Y es que como dice Rosa "Cada lector que lee un libro lo reescribe" Totalmente cierto. Cuando lees un libro no puedes abstraerte de tus circunstancias personales y vitales que te siguen a donde quiera que vas. No te desnudas y las dejas fuera. Las impresiones y las sensaciones que te provoca la historia son distintas siempre. Creo que no sólo lo reescribes una vez sino que lo haces cada vez que vuelves sobre una obra.
Cuando llegué a Grado, yo iba desde Quirós por mi cuenta, el ambiente festivo que se respiraba en el exterior del recinto me impresionó. La verdad es que era mi primera vez (últimamente hay muchas primeras veces en mi vida, lo que es una suerte pasados los cuarenta y cuatro) De hecho, pensé que aquella cantidad de gente asistía a un evento deportivo. Cuál sería mi sorpresa cuando NO, todas aquellas personas que manifestaban un alboroto emocionado y casi infantil acudían a la misma convocatoria que yo. ¡Menudo éxito! Pensé entonces en el trabajo diario que hacen los guardianes del conocimiento en una carrera de obstáculos por tener sus grandes o pequeñas fortalezas del saber puestas al día, en lo dificil que lo tenemos ellos, nosotros y la cultura en general. Pensé en todos los correos electrónicos que había recibido de mi bibliotecaria favorita, Chelo Veiga de la Biblioteca Sara Suárez Solís de Pumarín de Oviedo, para informarnos de la preparación del encuentro. Calculé el tiempo y el trabajo en equipo que había detrás. Pensé en todo lo que cuesta hoy en día movilizar a la gente para hacer algo, cualquier cosa y como lo habían conseguido. Me alegré. Enormemente.
Al comienzo del encuentro, tras una breve intervención del Alcalde (que excusó tener que irse) y de la Concejala de Cultura (que se fue de puntillas, pero no se excusó) Gustavo Adolfo Fernández, el bibliotecario de Grado dijo, y repitió varias veces, que "el que da lo que tiene, lo da todo" en un intento de justificar la celebración de la multitudinaria reunión de lectores en un recinto deportivo. Estoy segura, del talante de Rosa Montero así se desprende, que ella se hubiera reunido con sus lectores, con los quinientos que estábamos allí, en el patio de un colegio o en la cocina de su casa, si tuviera una cocina tan grande en la que cupiéramos todos. Pero SÍ, es cierto, parece un poco raro que una villa como Grado no tenga un auditorio cuando a algunas ciudades de este país sólo les falta tener puerto marítimo sin tener siquiera mar (ironía modo on) y es que la presentación del acto y de la escritora se convirtió por momentos en una crítica al uso que, sin orden ni concierto, se ha hecho en este país de los dineros públicos que provienen de nuestros bolsillos.
Pero volviendo a la escritora, Rosa Montero es una mujer con un cierto aire de fragilidad pero con una voz que comunica y que llega. Periodista y novelista, comprometida con la sociedad a través de la Plataforma Teaming que con pequeños gestos solidarios busca dar voz y solución a historias mínimas que arrastran problemas máximos. Intenta dar visibilidad a personas invisibles. Es portavoz de causas perdidas (no siempre perdidas). Firme defensora de los animales y posicionada en contra del maltrato en todas las formas posibles. Sólo hay que echar un vistazo a su muro de Facebook para ver que ella ha entendido a la perfección cual es la fórmula para usar las redes sociales en aras del interés y el bien común. Junto a las fotos que saca desde las habitaciones de los hoteles en cada ciudad por la que pasa y sus artículos, reseñas de sus libros y opiniones de los lectores, dibujos de Bruna y Carlota, cualquier causa justa tiene un hueco en su muro.
"Es un escándalo como se están desmantelando los medios para la difusión de la cultura" dijo Rosa Montero el sábado refiriéndose a los palos que en forma de Reales Decretos, futuros canones o recortes de medios y recursos están llevando las fortalezas del saber, los principales y más importantes centros a la hora de acercar la cultura a la gente de a pie: las bibliotecas. Y lo dijo a punto de finalizar la magistral exposición y el diálogo posterior que ofreció a los más de quinientos lectores reunidos para escucharla y celebrar lo que nos une, la lectura. Rosa Montero y los que hacen posible que escritores de esta talla vengan a Asturias, los miembros del Grupo de trabajo de animación a la lectura de la red de bibliotecas públicas de Asturias, los guardianes del conocimiento y nosotros, los lectores llegados desde todos los puntos de la región fuimos los mimbres de un encuentro que fue una fiesta. Rosa se encargó de poner la magia con sus palabras.
Y es que la lectura que nos une es una enfermedad. Una enfermedad más peligrosa que algunos virus que circulan por ahí fabricados artificialmente en laboratorios. Es una enfermedad que no te mata, sino que te hace libre. Te da los instrumentos para ser persona. Te facilita los mecanismos para pensar y razonar. También te ayuda a relacionarte con los demás aunque sea un acto íntimo. Esta enfermedad que te lleva a querer saber más, te hace descubrir que la verdad está en el conocimiento, que hay muchas verdades, universales y particulares. Todas igualmente respetables y ciertas para los que las defienden, siempre que no pretendan imponerse. La cultura y, en particular, la lectura te forma el criterio y te ayuda a crecer, te hace ser capaz de apreciar otros puntos de vista y de cambiar el color del cristal a través del que miras. Cuando era pequeña pasé mucho tiempo en la biblioteca de mi colegio donde quiero creer que me leí todos los libros. Más adelante el premio a crecer, era poder ir sola a la Biblioteca Pública en la calle San Vicente de Oviedo los sábados por la mañana. Recuerdo la emoción cuando me dieron el carnet de lector adulto. Era como graduarse. Guardo un recuerdo de aquel lugar muy diferente de lo que es ahora la Biblioteca del Fontán, moderna y luminosa.
La verdad no entiendo la vida sin bibliotecas. Y ¿cuál es el papel reservado a los bibliotecarios? Sin duda, el principal, ser los guardianes del saber.





















domingo, 5 de octubre de 2014

Estados de ánimo.


Cada mañana igual. Se levanta. Levanta la persiana. Se asoma para ver que tiempo hace. A veces tiene suerte y alcanza a ver la luz de la luna como una promesa de caricia, si esto no ocurre siente la primera decepción del día, como una bofetada. Amanece y, sin embargo, la oscuridad empieza a rodearla. No hay nada que la ayude a sobrellevar lo que supone empezar un nuevo día. Mira a su alrededor y se pregunta si tiene el escenario que quería. Quería un balcón y tiene una ventana. Soñaba con un jardín y tiene una plantina en la cocina, suerte qué sobrevive. Es un regalo, ella nunca se hubiera atrevido a encargarse de algo vivo. Hay días que no puede ni cargar consigo misma. Deseaba una terraza desde la que ver infinitos tejados y sólo ve idénticas ventanas a la suya, ventanas de ladrillo, detrás de cada una, idénticas vidas a la suya. Algunas sin cortinas desnudan sin complejos ni pudor las vidas de los otros.
Prepara café y, mientras tanto, repasa mentalmente las tareas del trabajo programadas de antemano: reuniones con clientes y planificar los pagos atrasados, llamadas por hacer y correo que archivar. Asuntos que enfrentar con buena cara. Prepara la careta que sonríe, será mejor el día. Cada día idéntica rutina, idéntica agonía.
Está cansada. Nunca pensó que estaría cansada nada más levantarse. Un lunes con toda la semana por delante, nada más llegar de vacaciones y lo está. Le queda tanto para que sea de nuevo viernes. Algunos días querría que el techo de su habitación cayera y la aplastara. Un techo convertido en losa de un sepulcro eterno y definitivo. No volver a tener que pensar en reinventarse. No preocuparse más por respirar. Decirle al corazón que deje de latir. Ir apagando uno a uno los servicios centrales de su cuerpo. Abandonarse y dejarse arrastrar por la marea de un mar embravecido, pero eso, por suerte o por desgracia, nunca ocurre.
Hay momentos en los que huiría de esta realidad que le ha tocado. Dejarlo todo. Echaría a correr detrás de aquello en lo que cree, que tanto anhela, pero que no estaba reservado para ella. Es una simple cuestión de propiedad. No le tocó el premio de la tómbola. Nunca le toca nada. "Hay que jugar" le dice su madre con acierto. Pierde el turno y el tiempo, el rumbo y la ocasión. Siempre le tocan malas cartas. No alcanza a comprenderlo. Desconoce ella misma dónde está. Se ha perdido. Hay barro alrededor y la lluvia ha borrado las huellas del camino. Tanto tiempo intentando encontrarse. No reconoce lo que es, ni en lo que se ha convertido. Tan lejos de la meta, cada día más alejada de sus sueños que se van por el desagüe del lavabo. El sumidero se traga lentamente un poco más. No alcanza a mirarse en un espejo y verse. No saben dónde están ni ella ni lo que busca. Acaba de llegar y quiere irse. Se sienta a descansar y se levanta. No sabe si es hambre lo que tiene o será sed. El cansancio que la vence la desvela. Apenas duerme.
Su pelo brillante y abundante se ha vuelto de ceniza. Su útero y su piel resecos para siempre. Muertos. Su vientre hueco, helado como acero, ya no acogerá futuro ni esperanza. Está vacía. Se han apagado las ganas para siempre. Hay manchas prematuras en su rostro, algunas en sus manos, anuncian que ya no habrá más primaveras, ni cálidos veranos. Ha llegado el otoño y se ha instalado en medio del salón para quedarse. Presagio de que está cerca el invierno. Está llegando y trae el frío. Los cálidos y tenues rayos del sol que hablaban de crecer y disfrutar, se han perdido para siempre en su memoria. No habrá más largas y benignas estaciones, habrá que guarecerse en los establos y, al lado de las bestias, esperar que llegue pronto el fin o un nuevo día.
Y ¿cómo ha sido esto? ¿dónde dejó su vida? ¿A quién vendió su juventud? o acaso ¿la gastó sin darse cuenta? "Se te cayó en el parque bajando el tobogán con otros niños, en los recreos del cole, las veces que reímos en el Cuentu bailando el ritmo endiablado del garage. Se consumió en tardes cogidos de la mano contando la lluvia de hojas de los árboles, en sueños incumplidos y en planes fracasados, entre las hojas de los libros que leímos y en algunas traiciones recibidas" ¿Quien decidió su vida?  Nadie le advirtió de la caducidad del juego, de cómo se le echaba el tiempo encima sin haber hecho nada. Es despreocupada la juventud. "Nadie creía lo que decía la abuela y mira ahora. Se nos acaba el tiempo"
Y, sin embargo, algunos días en los que se atreve a enfrentarse al reflejo que de ella le devuelve el  espejo, sigue viendo la niña que quería comerse el mundo, la joven para la que no existían fronteras, la mujer que amaba abriéndose en canal y se entregaba lanzándose a rodar a tumba abierta, la adulta responsable y sin problemas, sin dudas ni mentiras, sin miedos ni complejos, que iba a tener la tierra prometida e iba a disfrutarla poniéndose el mundo por montera. No existía la tierra prometida sólo encontró paraísos falsos que se desvanecían sólo con mirarlos. Sentirse nada, ser nadie.

Recoge rápido sus cosas, no llega a trabajar. Cierra la puerta tras de sí y deja en casa toda la oscuridad que lleva dentro. Afronta un nuevo reto. Se promete intentarlo. Una vez más, quizás la última o quizás hoy encuentre una razón para seguir viviendo que le devuelva la esperanza.