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viernes, 24 de enero de 2014

Lienzo y pincel


Érase una vez un hombre que tenía alma de pintor. Tenía alma de pintor y manos de artista, pero no lo sabía. Vivía en un mundo de certezas, las suyas y de metas, las propias. Era un poeta romántico absorto en medio de lo que parecía ser la realidad. Vivía rodeado de mapas, globos terráqueos y cartas de navegación. Las cartas de navegación eran sus favoritas. Programaba su tiempo y su trabajo, establecía reuniones, modificaba planes que creía perfectos. Odiaba improvisar. Todo en su vida obedecía a un plan. El amaba viajar, lo hacía por trabajo. Era un hombre contento con su vida. Llevaba con mano firme el timón de la misma. Estaba bastante satisfecho con la búsqueda que había iniciado. Y además tenía la montaña. Los sonidos de la nieve le traían paz. Vivía instalado en el orden, sólo comprometido con si  mismo. Coleccionaba fotos, palabras y emociones. Navegaba por aguas en calma. Sin embargo, su esencia como persona era un misterio por descubrir.
Había una vez una mujer que, sobre todas las cosas, creía que era libre porque eso era lo que quería y a lo que aspiraba: "ser libre". Vivía en medio de una realidad de incertidumbre, con un trabajo estresante, anclada a un pasado sin futuro, sin ser capaz de ver nada más que el día de hoy. Construyendo cada día un universo nuevo que, como Penélope, tejía en un telar. Reescribiendo cada día el guión de su vida. Su vida era improvisar. Ella amaba viajar, lo hacía por placer. Soñaba con engancharse a su vida, una vida que algunas veces le hacía cuestionarse si era la que quería vivir. Vivía instalada en el caos. Era inconstante en los afectos. Coleccionaba cosas, pequeños objetos que encontraba: una lista de la compra arrugada y una herradura, un abrebotellas y un diccionario abandonado a fin de curso por algún estudiante adolescente en la papelera del garaje, un obrero de la construcción, una pieza de lego y un superhéroe rescatados de la basura de los niños del segundo. Trocitos de la vida de otros, buscando sentido en la vida de ella. Un universo paralelo al de él, opuesto, divergente y que, día tras día, una y otra vez, se desmoronaba porque ninguna de las versiones que pergeñaba, la convencía en su búsqueda del arco iris.
Se habían conocido hacía mucho, demasiado tiempo. Sus mundos se habían tocado de forma tangencial. En aquellos días tan lejanos ella estaba inmersa en la búsqueda de nuevas actualizaciones para su disco duro. Siempre pendiente de inventarse una y otra vez, permanentemente alerta para encontrar la versión mejorada de sí misma. Él pienso que aún estaba en la Facultad o quizás llevando a cabo alguna de esas misiones que se proponía realizar un día sí y otro también: rescatar una princesa o encontrar un tesoro, vivir un naufragio o conquistar la cima más alta, escalar el pico más difícil o descubrir un nuevo mundo... Se cayeron bien. Creo que ella a él le cayó más que bien. ¡Qué cosas! Ella miraba sin ver, abstraída en algún reto imposible o en alguna batalla perdida de antemano. El miraba y sólo la veía a ella en medio de aquel grupo gris. Quizás en aquel momento sus emisoras hubieran sintonizado o quizás no.
Y pasaron los años y ambos navegaron por mares nunca antes navegados, libraron batallas de piratas, fueron rehenes de miradas ajenas y cómplices de sonrisas prohibidas. Jugaron a juegos permitidos y a otros no tanto. Se hicieron adultos. Ella se olvidó de el y el se olvidó de ella.
Fueron las palabras y el azar los que vinieron a reunirlos tanto tiempo después. Las palabras nunca inocentes, el azar siempre presente. En un espacio neutro, aséptico, rodeados de libros y de gente. ¿Quién dijo que los libros son neutrales, si nunca lo son? Fue ella quien le abordo alejándose de su costumbre de esperar y ver, de intentar pasar desapercibida. Y, en un momento, le desbordó volcando un montón de información acerca de su vida en los últimos años. ¿A qué vino aquel vertido de palabras sin pies ni cabeza, aquella sucesión de preguntas y respuestas, hechas y dadas por ella misma, aquel nerviosismo, aquella prisa, aquella premura? Ella, en un sinsentido, parecía querer recuperar un tiempo perdido.
Sólo hubo tiempo, apenas un momento, para intercambiarse los teléfonos y los correos electrónicos. Aquello tan prosaico, "Dame tu teléfono, ten mi tarjeta" había originado lo siguiente. ¿Quién dio el primer paso para lanzarse a aquella aventura? Nunca estará claro. El lo deseaba, había alimentado una fantasía desde que la volvió a ver. Ella lo necesitaba. Necesitaba poner color a su vida, pasión. Dar los besos tanto tiempo ahorrados, racaneados a otras bocas, a otros hombres. Ella necesitaba sumar abrazos, multiplicar sensaciones, sonreír y reírse a carcajadas. Sentirse viva. Deslizarse por la pendiente.
Ella era guapa y él así se lo hacía sentir. El era un reto para ella por su inteligencia, por su habilidad con las palabras, por su capacidad de seducirla y enredarla, por ser diferente entre tanta mediocridad. Sacaba de ella lo mejor y lo peor, la convertía en procaz y descarada y al momento en sensual y delicada.

Entonces lo propuso:
- "Quiero pintarte"- le dijo-
"Quiero pintar un cuadro y necesito un lienzo.
Si quieres, se mi lienzo.
Que sean mis manos los pinceles.
Tu piel será el espacio en qué pintar.
Mis besos los tonos de una paleta infinita.
No habrá ningún rincón de tu piel que quede sin color,
ninguna curva de tu cuerpo sin trazar,
ningún rincón sin explorar.
Recorrerán mis manos tu universo entero,
lo llenaré de vida y luz,
y así esta noche yo seré pintor y tú lienzo".
Y ocurrió. La habitación de ella se convirtió en su estudio y se llenó de hechizo y arte. Su piel tan blanca se transformó en lienzo y él el más experto pintor por una noche. Y, por una vez, se paró para ellos dos el mundo y ya no hubo silencios.
Ella le preguntó: "¿Te quedarás conmigo?" y él le dijo: "Hoy he anclado mi barco en tu bahía, pero mañana partiré. Busco una playa donde vararlo para siempre. Aún no la he encontrado. Sabré que es ella cuando tenga una sensación de permanencia. Aún no la tengo."
Y se despidieron. Ella permaneció, él partió. Y siguieron viviendo en barrios opuestos de la misma ciudad, la de siempre, la de ambos. El volvió a su historia, a su orden, a sus papeles, a sus libros, a su trabajo sin horarios, a su vida. Ella volvió a su mundo, a su caos, a sus prisas, a su constante sensación de no llegar a tiempo, a su melancolía, a sus paseos con Lola, a buscar la felicidad en la sonrisa de los niños, en el trato amable de un vecino, pero un solo instante había servido para que la magia le devolviera la esperanza. El se olvido de ella y ella de él también.

Bea la de Lola

P.D. Este post está dedicado a Edgar que no sé quien es, pero que según Carmen se ha enamorado de mi, o de alguien como yo. Quizás el azar nos haga conocernos algún día, visto lo visto, nunca se sabe.







lunes, 20 de enero de 2014

Yo también soy deficiente.

deficiente.
(Del lat. deficĭens, -entis, part. act. de deficĕre, faltar).
1. adj. Falto o incompleto.
 
Tiene la palabra deficiente otras acepciones, pero yo hoy me quedo con la primera.
 
Yo también soy incompleta. Entiendo que todos los somos. Soy humana, luego soy incompleta. Tengo defectos, luego soy incompleta. No hace falta acudir al aspecto de la sexualidad para ser incompleta. Yo estoy soltera, no tengo pareja. ¿Por eso soy sexualmente incompleta? ¿por eso soy sexualmente deficiente? Yo creo que no. Las personas somos completas independientemente de nuestra condición sexual. Yo así lo creo, quizás estoy equivocada, pero creo que no.
Me despierto hoy con un titular en La Nueva España que me llena de vergüenza. Me enerva hasta tal punto que me lleva a escribir esta entrada. Creo que a estas alturas de la película nadie pondrá en duda mi condición de cristiana, concretamente milito como tal. Normalmente no me avergüenza decirlo, no me avergüenza escribirlo, ni confesarlo.  De hecho hace unos días escribí una entrada en este mismo blog acerca del aborto, en ella lo primero que declaraba era mi condición de cristiana. Sin embargo, hay días como el de hoy que no las tengo todas conmigo.
Cuando yo era pequeña y no sabía ni siquiera lo que implicaba, mi madre me contó la historia de un amigo suyo homosexual que se suicidio por amor. Este chico probablemente tuviera otros problemas aparte del desamor que le llevaron a tomar esa decisión desafortunada para él, para su familia y para la gente que, como mi madre, le quería. Quiero decir con esto que mucho tiempo antes de que yo supiera cual era la magnitud de la palabra amor, ya sabía que había personas que se enamoraban de otras personas de su mismo sexo. Era muy pequeña y , sin embargo, recuerdo a mi madre llorando por la calle de La Vega conmigo de la mano, cuando le dijeron lo que había pasado.
A mi la vida me ha regalado muchos amigos gays. Me he reído con ellos. He llorado. He pasado momentos fantásticos, momentos importantes de mi vida, de la de ellos. Me han acompañado en momentos duros. He sido testigo de su evolución como personas, de su proceso de maduración. En algunos casos he sido testigo del proceso de aceptación por ellos mismos de su condición. Tengo amigos mayores, más jóvenes, de mi edad, chicos y chicas, compañeras del colegio, que viven en pareja o que no, que han sufrido por amor, que han sido heridos, que se han casado, que han decidido no casarse, que tienen hijos o no.  No lo tienen fácil, nunca lo han tenido. Entiendo que mis amigos homosexuales no son deficientes, no son incompletos y no son enfermos o, al menos, ni más ni menos que yo en mi condición de heterosexual. 
Declaraciones como la de hoy me hacen avergonzarme de la Iglesia. Esta Iglesia no es la mía y entiendo que tampoco la de Jesucristo. La mía se alinea en la lucha de los derechos de todos, de las minorías y de las mayorías. Integra no excluye. Creo que como cristiana es mi obligación decirlo públicamente y, una vez más a salvo de ser censurada, tengo que dejarlo por escrito.
Hay una parte de la Iglesia, en concreto, una parte de la jerarquía que no vive en este mundo, pero no conforme con no vivir en este mundo se levanta de la cama dispuesto a provocar. Se preguntan: "a ver a quién vamos a provocar hoy". Hoy les ha tocado a los homosexuales, bueno a los homosexuales les toca muchas veces. Les ha tocado muchas veces a lo largo de la historia. Yo creo que lo que no deja avanzar a esta Iglesia es la jerarquía. Yo sé que hay mucha iglesia de a pie que piensa como yo. Jesucristo no predico la exclusión de nadie, predico la inclusión. El problema es que se meten a organizar las casas de los demás cuando lo que hay que hacer es organizar la nuestra. ¿No deberíamos limpiar nuestras parroquias de todas las cosas que hacemos mal, que son muchas y muy feas, antes de apuntar a nadie con el dedo? Además ¿con qué derecho apuntamos a nadie? No dijo Jesucristo que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No seré yo quién condene a nadie. Y además, ¿desde cuándo amar es pecado? Pecado son otras cosas. Recuerdo ahora una conversación con una monja de mi colegio a cuenta de la homosexualidad de una amiga. La monja se quejaba de que la chiquilla se había alejado porque no había tenido suficiente confianza en que no iba a ser juzgada después de saber que en lugar de novio tenía novia. "Lo importante"  me dijo "es la persona con independencia de si le gustan los chicos o las chicas". Aquella monja se preguntaba que por qué estaban tan preocupados los de arriba en perseguir a los gays si había tantos niños muriéndose de hambre. Me dijo: "Ese es el verdadero pecado, que la gente se muera de hambre y no hagamos nada para solucionarlo". Pues eso, debemos de emplear nuestros esfuerzos en conseguir un mundo mejor y debemos dejar vivir a la gente y punto.
Además puedo afirmar que muchas parroquias no serían lo que son si no fuera por el trabajo desinteresado y gratuito de muchos homosexuales, que trabajan, vaya si trabajan, en las parroquias. O es que la jerarquía católica se cree que no hay gays que son cristianos. Se cree que no hay costaleros que son gays. Se creo que no hay cofrades que son gays. Se cree que no hay sacerdotes que son gays. Yo conozco a muchos, claro que igual yo los conozco a todos y no hay más que los que yo conozco (ironía modo on). No seré yo quién dé nombres porque tampoco se trata de eso y porque de puertas a dentro en la casa de cada uno a mi lo que me importa son las personas y no con quién se acuesten.
Creo que la Iglesia católica tiene que traer a primera fila el mensaje de Jesucristo, sobre todo en estos momentos tan duros, y es la opción por los pobres. Debe ponerse a trabajar por conseguir un mundo más justo en el que no haya lugar ni para la opresión, ni la esclavitud, ni la miseria. Tiene que recuperar los valores del Evangelio y dejarse de coquetear con el poder, craso error que ha cometido una y otra vez a lo largo de la historia. La Iglesia tiene que estar al lado de los desahuciados, de los parados, de los que sufren y dejarse de organizar las casas de los demás. Tiene que hacer un ejercicio de introspección (Der. culto de introspicĕre, mirar adentro), abrir las puertas y las ventanas y también los armarios, dejar que la corriente de aire se lleve el olor a rancio y a humedad y vivir en este mundo. Instalar a Dios en el mundo no es condenar al otro.
 
 

domingo, 12 de enero de 2014

Inspiración

Inspiración, del Latín inspiratio, -onis.
3. f. Efecto de sentir el escritor, el orador o el artista el singular y eficaz estímulo que le hace producir espontáneamente y como sin esfuerzo.

"Las palabras son vida" le dice el joven Max a la pequeña Liesel. Yo diría "las palabras son vida y nos salvan" Nos salvan a todos, para Liesel la protagonista de "La ladrona de libros" son su tabla de salvación cada vez que su pequeño mundo se desmorona. Y su mundo, como el de cada uno de nosotros, se desmorona una y otra vez.

Desde el primer aniversario del blog, hace apenas un mes y medio, se ha producido en mi una necesidad de comunicar que no había sentido hasta ahora. Escribir un blog es como escribir un diario, sobre todo, si lo haces de tu vida, de tus opiniones, de tus pensamientos, sin más intención que la meramente lúdica, sin ningún ánimo literario. La diferencia estriba en que el blog es un escaparate donde luces impúdicamente tus miserias y tus logros, tu dolor y tu alegría. El diario pertenece al ámbito más estricto de tu intimidad. Cuando escribes un diario lo haces cada día, con ilusión y le cuentas, como a un amigo imaginario, las cosas más triviales, ridículas e incluso absurdas. Yo conservo uno (en realidad conservo dos, uno desde el colegio) Creo que lo tengo desde finales de los ochenta, tendría que revisar la fecha. Es un cuaderno verde, precioso, que me regaló una de las que en un tiempo fue  mi mejor amiga. En él están escritas un montón de tonterías, pero también cosas importantes. Está mi historia con Ramón, los días tan grises y tristes que siguieron al desamor. Hay tanto dolor en aquellas páginas que aún duele releerlo. Hay una carta que le escribí a Jacque cuando se casó y que espero que conserve. Están mis sentimientos a la muerte de mi abuelo. Con esto último me he llevado una sorpresa, yo pensaba que lo que sentí en aquel momento plasmado por escrito podía dar para una entrada y no es así. A veces, en nuestra memoria atesoramos el recuerdo de alguien o un momento vivido y luego al paso del tiempo, ni la persona, ni el momento tiene el mismo valor que tuvo. Hay personas que llaman fantasía a ese recuerdo, yo lo llamaría realidad pura y dura. Las personas tendemos a disfrazar y a magnificar nuestros recuerdos. Y al final ni aquel chico era tan guapo, ni te causo tanto dolor, ni la historia fue tan importante. El caso es que la muerte de mi abuelo produjo en mi un dolor tan grande que mi percepción de aquel momento, me hizo creer que había escrito algo digno de compartir y al ir a buscarlo, dieciocho años después, descubro que probablemente ese mismo dolor fue el que me impidió escribir nada.
Todo me produce ganas de escribir. Una hoja en medio del asfalto que me hace preguntarme que hace ahí y no siendo la camita de un ratón de campo o de una ardilla. Una pregunta que lanza Belén en su muro de FB "¿Cuál ha sido tu momento más feliz?" Se da la paradoja que el mío, que es el nacimiento de Hugo, coincide en fecha con el inicio del camino sin retorno de la persona que más quería ella en la vida, su madre. Una pintada de una pared que compartió mi querida Vicky también en FB antes de Navidades que decía algo como "¿Eres el adulto que querías ser de niño?" A lo que yo le pregunte "¿Eres el adulto que tus padres esperaban que fueras?" Dios mío, y es que la vida es tan complicada, entre lo que somos, lo que esperan de nosotros y lo que deseamos ser. Me inspira también el blog de Ovidio Parades. Su reflexión acerca del paso del tiempo, que es una constante en sus escritos y la idea de la traición, sobre todo, si ésta proviene de los amigos, me traen por la calle de la amargura. La historia de este blog está unida a él, le debo un montón de cosas, aunque él no lo sepa. Un post que ahora circula por las redes estos días que nos interpela acerca de por qué no estalla una revolución. Os recomiendo que lo leáis, si es necesario dos veces pues es un poco largo y farragoso, al menos os hará pensar. Yo tengo mi opinión. Es algo en lo que pienso muchas veces, qué hace que estemos paralizamos ante todo lo que está pasando a nuestro alrededor, pero ya la expresaré en otro momento. Como veis me inspira todo. Creo que he abierto un cofre, no sé si del tesoro, pero está abierto. Me inspira el libro que estoy leyendo. "Los Modlin" de Paco Gómez despierta en mi la curiosidad y el desasosiego. La última película que he visto. "La ladrona de libros" No hay nada que me impresione más que la reacción de algunos niños ante una biblioteca. Un encuentro despierta en mi el deseo de recuperar a esa persona, aunque él sea un necio y no esté por la labor. Una nueva persona entra en mi vida y trae un saco cargado de vivencias, las suyas. Un viejo conocido regresa para convertirse en un no-amigo. Hay fuegos que si no se alimentan, se extinguen para siempre. Alguien me dedica una sonrisa en el parque y un cumplido amable. Me inspiran los soles con sonrisa, sobre todo, los que conocí en la EOI, vivero espectacular de maravillosas personas. Todo, todo me inspira.
El caso es que el arrebato me llega casi siempre conduciendo. Es algo extraño. ¿Será que sólo pienso cuando conduzco? Voy conduciendo, sin pensar en nada y, de repente, surge y a medida que el texto toma forma en mi cabeza, empiezo a emocionarme. Últimamente me emociono mucho. No me emociono de pena, a mi solo me pasan cosas buenas. No estoy deprimida para nada. Estoy viviendo un momento dulce, también era hora, me lo merecía. Todos nos lo merecemos. Soy afortunada en medio de este caos frenético que estamos viviendo, entonces ¿por qué me emociono? Tengo qué mirármelo.
Quiero escribir más, quiero escribir mucho, quiero escribir mejor. Quiero contar cosas de ficción porque pienso que mis recuerdos, mis vivencias se agotarán o simplemente acabarán aburriendo. Me gustaría ser más divertida narrando, menos emotiva. Quiero ser más ágil en la exposición, menos prolija con las enumeraciones. En mi ánimo está mejorar y para eso he de leer más, mucho más. Espero que me sigáis apoyando con vuestra compañía.
 

lunes, 6 de enero de 2014

Noche de Reyes


¡Feliz mágica Noche de Reyes!
Hace muchos años, una noche mágica igual que ésta, recibí mi regalo más bonito. Es el recuerdo que tengo más nítido de una noche de Reyes. Mi madre solía darnos una poción infalible para que nos durmiéramos. Mi hermano y yo, obedientes al menos por esa noche, lo hacíamos. Alguna bruja buena velaba nuestro sueño. Y nuestra madre se convertía en hada para ser la ayudante más eficiente y eficaz de los Reyes Magos que, igual que muchos años antes al pie de otro Niño, llegaban a nuestra casa alumbrados por una estrella, en este caso la propia de mi madre. Durante los años que compartimos habitación, cuando los hermanos compartían habitación, los Reyes entraban por la ventana de la salita cargados de regalos. Aquellos Reyes que sí eran mágicos, orquestados por la batuta de mi madre, convertían la mesa de centro (la misma que todavía conservan mis padres) y los sofás en un escaparate de ilusión y sueños dónde todo cabía, dónde todo podía suceder, dónde todos y cada uno de nosotros teníamos un regalo aunque fuera humilde.
Aquella noche, la de mi recuerdo, yo me desperté pronto y mientras todos dormían, me acerqué hasta la salita para ver si habían venido. Allí, sobre la mesa, la ví. Estaba llenando de luz toda la estancia y eclipsando el resto de regalos. Sobre la mesa estaba la Nancy rubia más bonita del mundo. Iba vestida de esquiadora. No le faltaba un detalle: sus botas y su gorro, sus esquís y sus bastones de color naranja, sus gafas para la ventisca y su traje. Era perfecta. Yo creo que aquel mismo año los Reyes me dejaron también su habitación: su armario, su cómoda y su camita, todo en blanco y azul, intemporal por lo clásico y totalmente actual por lo minimalista. Sin embargo, todo quedo apagado por la luz que desprendía aquella muñeca. Luz que recuerdo perfectamente. Luz que probablemente mi memoria ha magnificado. Luz a fin de cuentas. El otro día cuando en una carta manuscrita a los Reyes me pedía una Nancy, junto a otras cosas como música, color, aventura, trabajo y energía, en muchas de mis amigas despertaron también sus recuerdos. No es extraño que esa muñeca que va camino de los 50 años sea un icono de la infancia de muchas de nosotras. Mujeres treintañeras y cuarentañeras que al igual que esta Nancy clásica y de colección, estamos viviendo nuestro mejor momento, un momento dulce, de madurez, de equilibrio, de sensatez. Aunque, en mi opinión, las mujeres siempre estemos en el mejor momento, el presente.
Pero volviendo a las noches de Reyes de mi infancia, mi madre normalmente hacía milagros. Igual que una hechicera, conseguía que nos fuéramos temprano a la cama y transformaba aquella pequeña habitación en el rincón más maravilloso del mundo. Se esmeraba mucho, muchísimo. Ella había sido una niña muy feliz. Sus padres y, sobre todo, sus tías se habían esforzado en hacerla vivir muchas noches especiales de Reyes porque para su familia, la mía, ese día siempre había sido y es sagrado. Mi madre como una alquimista convertía mis viejas muñecas en nuevas, acicalándolas y comprándoles vestidos nuevos. Haciendo este ejercicio de memoria, vienen a mí los recuerdos de otras muñecas, de otros juguetes: un triciclo amarillo y una bicicleta azul, un monopatín naranja y unos patines. Otro año en el que mi madre haciendo uso de su poder convirtió aquella mesa en el salón de baile de un palacio con suelos de mármol para otra Nancy, esta vez pelirroja y con un vestido de princesa color verde turquesa que llevaba una banda, pero nada fue como aquella mañana de un 6 de enero del siglo pasado ya, cuando la inocencia todavía era real y las preocupaciones no existían.
Hace años que las Noches de Reyes han cambiado de significado para mí. Al principio cuando se va perdiendo la ingenuidad de la niñez, te sientes importante porque como guardián del castillo, proteges un secreto frente a tu hermano más pequeño y te conviertes en cómplice de los adultos. Luego parte de la ilusión o se renueva con niños en tu familia o va remoloneando, sin decidirse a abandonarte del todo. Entonces no son ni mejores, ni peores, son sencillamente diferentes. Estos últimos años mi compromiso pasa por participar en la Cabalgata de Reyes de Quirós. Se trata de una cabalgata sencilla, que sale adelante con mucho esfuerzo y con el trabajo de muchas personas. Los Reyes Magos suben la Cobertoria para darse un garbeo por Bárzana, acompañados por el Grupo de Gaitas Manolo Quirós y seguir su camino, llevando su cortejo de ilusión y fantasía hacia Oviedo. Doy fe que se trata de un trabajo muy duro, pero merece la pena. Hacer feliz a un solo niñ@ ya sería una gran recompensa, aunque nuestro objetivo sea llegar a todos los niños del concejo, los que viven allí y aquellos que tienen en él sus orígenes. Estoy muy satisfecha a pesar del cansancio. La gente quirosana es generosa y trabaja bien si el objetivo es claro. Además la Cabalgata se complementa con el Conciertín de Jóvenes Músicos quirosanos y con una gran chocolatada, lo que convierten al día 5 de enero en el más ajetreado del año.
Después por fin se acaban las fiestas y todo vuelve a la normalidad. Finalizan los excesos, las reuniones familiares, los encuentros con los amigos que están fuera, las compras y las prisas. La felicidad es un estado que pasa por todos los momentos que hemos compartido en estos días. Mañana habrá que replegar las velas y encaminarnos a otro puerto. Colgaremos el cartel de cerrado hasta el año que viene y comenzará la espera de las próximas navidades. Estas para mi han sido raras, diferentes. El tobogán por el que me lance al principio ha conseguido que no me haya embargado la melancolía. De hecho unas fiestas que según te vas haciendo mayor se van convirtiendo en amargas, han sido divertidas, expectantes, emocionantes. Ahora lo importante es el presente y el futuro, los 359 días de oportunidades que nos quedan de este prometedor 2017 que acaba de llegar para quedarse, porque el pasado ya no existe y lo mejor está por venir.

miércoles, 1 de enero de 2014

1 de enero de 2014

1 de enero de 2014
Nada mejor para empezar el año que caminar un rato. Salgo a la calle, el cielo está gris, con esas nubes nuestras que lo convierten en un regalo, el primero del año. Hace frío, pero la temperatura es buena para caminar. Los árboles están desnudos ya de hojas, esperando la nueva vida que se nos promete cada principio de año. Me cruzo con algún borracho, uno en concreto, puede que tenga mi edad. Algunas personas pasean a sus perros como yo. Muchos ancianos, paseando, tan temprano, solos. Puede que estén esperando para ir a Misa, o no. Casi todos son hombres. Puede que no les gusté el Año Nuevo, o si. Hoy no hay prensa. Muchos bares del barrio están cerrados. Pasean sin más. Alguna persona se acerca al punto verde, yo misma aprovecho para llevar el vidrio a reciclar. El otro día se me rompió un copa, quizás fuera un presagio. Pienso que no he invitado a nadie estas fiestas a casa, o si. Puede que fuera un sueño. Otros vecinos solidarios han sacado las bolsas de basura con los restos de la cena (ironía modo on) Me pregunto porque somos tan guarros. Pasa una ambulancia. Los autobuses empiezan a funcionar. Hay gente en las paradas, algunos subirán al hospital. Recuerdo que yo también debería de hacerlo. Tengo un tío ingresado.
Y pienso en lo que me queda por delante, 365 días para ser mejor persona, para leer más, para escribir más (lo siento pero soy un torrente, el caso es que tanto decirme que queríais más y ahora no puedo parar)  Un año entero de planes nuevos, de proyectos. Muchos se frustrarán. Me prometo oler más, mirar más con ojos de ver, tocar más, besar más (alguna rana también, puede ser divertido) gustar más, quererme más, pasar más tiempo con los míos, escuchar más... (Coño Pedro, es que no ser que hacer con las comas) Seguir leyendo a Ovidio, que tiene mucha culpa de esta aventura. Ya es una costumbre, algunas son adictivas. Visitar a los amigos que están lejos. Hacer turismo interior. He de programar un viaje a Barcelona a conocer a Marcel, un viaje a Extremadura y un viaje a Toledo, esos obligatorios. Intentar cancelar alguna deuda pendiente y abrir nuevos caminos para transitar. Cuidar mis finanzas siguiendo el consejo de Susana, la hormiguita. Prometo ver la vida con color, a pesar de que estén empeñados en que volvamos al blanco y negro. Intentar conservar esa luz que dicen me acompaña y que yo no tengo muy claro donde está, ni a qué obedece. Son mis propósitos para este año. Soy ambiciosa, no lo puedo evitar.
Volvemos a casa. La ciudad empieza a despertar después de los excesos. Hay más gente en la calle. Algunos chicos vestidos de traje. Bajan serenos y conservando parte de la clase con que salieron hace apenas unas horas. Algunos no habrán conseguido besar a la chica. Otros, quizás más afortunados, habrán tenido un encuentro fortuito en la oscuridad de un portal, o en el asiento de atrás de un coche. Son jóvenes. La vida pasa rápido.
Dice un poema precioso de Gil de Biedma:
"Que la vida iba en serio
uno lo empieza a comprender más
tarde"
Así qué vividla, apuradla, disfrutadla. Vendrán muchas Nocheviejas, pero ésta ya no volverá.
Paso por delante de la Administración de Loterías que ha dado un premio a un vecino, anónimo por ahora. Espero que le haya venido a solucionar la vida o por lo menos a ayudarle a encauzarla. Hoy no hay nadie durmiendo en el cajero. Los mismos bajos vacíos, negocios cerrados, pisos en alquiler y en venta. ¿Se han acabado ya los buenos deseos de ayer por la noche? No, siguen ahí, pero no podemos hacer nada con la realidad que nos abofetea, aunque cambiarla esté en nuestras manos, o no.