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miércoles, 27 de marzo de 2013

Mi padre


Un día como hoy, mi abuela paterna, obviando el refranero popular que dice que "a la tercera va la vencida" o el otro de que "no hay quinto malo" se plantó e inspirada por la tradición judeo-cristiana en la que la habían educado,  "al séptimo, descansó". Un día como hoy de hace 75 años a mi padre lo fueron a parir en una aldea de la montaña asturiana e hizo el séptimo y último hijo de una familia tipo del momento, dando los últimos coletazos nuestra Guerra Civil. Mis tíos seguramente pensaron que "ya estaba bien de guajes" y mi abuela que todo se solucionaría echando al pote un poco más de agua y una patata extra, porque carne lo que se dice carne no había mucha en aquellos días.  Un día como hoy, un 28 de  marzo, pero del 1938 nació una de las mejores personas que conozco y sin duda, el mejor padre del mundo, el mío.
Hablar o escribir sobre él no es fácil y no porque no haya nada que decir o porque no sepa hacerlo, sino porque en cada párrafo, me puede la emoción y en cada palabra, en cada frase, son tantos los sentimientos que se agarran a la garganta y cuesta tanto echarlos que no sé si acabaré este post, pero lo voy a intentar.
En el ámbito laboral, de mi padre puedo decir poco, sólo que ha debido hacerlo bien o muy bien porque a su edad sigue trabajando incansable en miles de proyectos, pequeños y grandes; cosechando éxitos y amigos, jóvenes y viejos, que se acercan a él buscando ayuda y encontrando casi siempre silencio porque no es hombre de grandes discursos pero, sobre todo, encontrando las cosas bien hechas o, al menos, la intención y las ganas de hacerlas bien. Podría decirse que es un hombre del Renacimiento. Siempre tiene algo en la cabeza. Sabe hacer de todo y, aunque según mi madre "no todo lo hace bien", él siempre lo intenta, llevando hasta el final la máxima de "prueba-error", fundamental en la vida. Gracias a esta filosofía él puede aprender de sus errores y nosotros echarnos unas risas juntos ante los fracasos que, por otro lado, siempre son pequeños.
Como persona y hombre de familia de mi padre yo diría que es generoso, sereno, prudente y solidario.
Mi padre es un hombre generoso. Abrió las puertas de su casa a mi abuela Elena, la madre de la mía, cuando el tiempo y la demencia se le venían encima, sabedor del terremoto familiar en el que nos íbamos a ver envueltos. Él, su yerno, fue el que le dijo a mi madre "adelante" Mi abuela le quería mucho, a pesar de ser un hombre tan callado, cosa que a ella siempre le dio respeto. Nunca tuvo un reproche, ni una mala cara y no era raro oírle decir que ella, a pesar de la enfermedad, de la atadura y del dolor que llevaba aparejado "era muy buenina y no daba nada de guerra".
Mi padre es un hombre sereno, porque mantiene la cordura y el aplomo cuando todo se pone cuesta arriba. Nunca olvidaré las palabras de la psicóloga del Hospital del Naranco un día que yo llegué a dar de comer a mi tía Domitila, su hermana mayor, que estaba a punto de partir. La psicóloga me pregunto que quién era yo y le dije que una sobrina. No sé porque me relacionó con el hermano pequeño que llegaba a visitarla, le daba de comer, lo poco que comía ya y luego se sentaba esperando con serenidad y paz el desenlace que estaba tan próximo. "Si", le dije, "yo soy su hija, ojalá el tiempo me dé el sosiego de mi padre para aceptar según que cosas" y me eché a llorar.
Mi padre es un hombre prudente, evita la controversia y la confrontación, prefiere retirarse a tiempo a una mala batalla, porque la guerra no se haga con victorias, ni derrotas, sino con diplomacia, saber estar y buen hacer.
Mi padre es un hombre solidario, ante el dolor ajeno y propio, ante la enfermedad. Siempre está ahí al lado de los suyos cuando le necesitan.
Hoy mi padre desempeña a la perfección el papel más bonito que le ha tocado vivir, el de abuelo. Mi sobrino nos ha descubierto una faceta nueva, la de la ternura, la mejor. Las ganas de enseñarle cosas y descubrir el mundo junto a él. Hugo ha venido en buen momento, espero que todavía tengamos mucho tiempo para compartir juntos y también espero que la vida le traiga una nieta, que también se la merece (lo siento Laura, tenía que decirlo).
Cuando miro a mi alrededor no puede evitar pensar lo afortunada que he sido con mis padres, con los dos. Con mi madre tengo una relación de claroscuros, de nubarrones y arco iris, de luces y sombras. Creo que como todas las hijas con sus madres. Sin embargo, en mi padre he encontrado siempre, siempre, bálsamo para las heridas, ungüento para el dolor, apoyo incondicional y respeto a mis decisiones, buenas o malas, normalmente buenas, para que negarlo. Siempre me ha dejado equivocarme por mi misma, sin mediatizar mi camino con sus opiniones, sin imponer su criterio. Mi padre es en esencia un hombre sensato y, como mucho, me ha abierto los ojos en algunas historias que no eran del todo acertadas (aunque yo sigo creyendo que tener un burro SI es posible).
A veces, escuchando a otras personas y comparando historias, pienso que me han educado en libertad desde la responsabilidad. No sé si ellos (los dos) sabían con que mimbres trataban porque hubo un tiempo en que pensé que quizás hubieran debido de meterse más en nuestras vidas, pero su apuesta arriesgada les ha salido bien, para que negarlo. Mi padre no ha sido autoritario, ni ha sido un padre ausente. No ha hecho nada de lo que deba avergonzarme. Siempre ha cumplido con lo que esperaba de él y siempre ha sido, ES, persona de talla. Amigo de sus amigos, querido entre ellos, imprescindible en las reuniones aunque no sea el más locuaz de la parroquia. La gente le quiere y eso se nota. Se nota y me llena de orgullo. Mi madre siempre dice que he puesto el listón en mi padre a la hora de encontrar un compañero de viaje, un listón muy alto. Se equivoca, mi padre es único, sin embargo, lo que sí me gustaría sería encontrar un hombre que se llevará bien con él. Esa es otra historia.
Mi padre gestiona bien su vida y eso me hace feliz: pasea, lee, trabaja, comparte su tiempo en familia y con amigos, ama tremendamente a su tierra lo que nos ha transmitido y  aunque no es un hombre especialmente expresivo en lo que a querencias se refiere, a diferencia de mi madre que está en el otro extremo, yo siempre me he sentido querida por él, por los dos.
Sin duda, hemos tenido mucha suerte mi hermano y yo. No entiendo la vida sin ellos, sin mis padres. Cuando me falte, cuando me falten, mi mundo no será más mi mundo y el mundo, sin duda, será peor.

Dejadme que hoy firme como Bea la de Canor

miércoles, 13 de marzo de 2013

Nieve

Hoy ha amanecido nevando. A las 6.30 cuando levanté mi persiana, me sorprendió cubriendo los coches y la calle dónde vivo. Seguí todas mis rutinas: desayuné, remoloneé en la cama, ducha, un poco de secador para el pelo, me vestí y  saqué a Lola a dar su paseo diario. Lola es mi perra, la mayoría lo sabéis. Le encanta la nieve, sin embargo odia la lluvia. No lo entiendo muy bien, porque a fin de cuentas ambas, nieve y lluvia, son casi lo mismo.
A mi también me encanta la nieve: la limpia atmósfera cuando nieva; la luz del Naranco cuando, de repente, en medio de la niebla aparece estelar teñido de blanco; el sonido de la nieve cuando cae... Si, porque la nieve suena, sobre todo en Quirós, me imagino que en otros sitios también suene, pero en Quirós suena, sólo hay que querer escucharla y su sonido transmite paz, paz en medio de este caos que vivimos.
A mi la nieve no me frena, ni me impide hacer mi vida diaria, sin embargo hoy la nieve ha frenado la primavera que estaba instalándose ya entre nosotros. Será un freno momentáneo que además será bueno para la tierra y el campo, benditos tierra y campo. Este año no habrá seca por lo menos en el Norte, pues ha sido un invierno largo y húmedo, con mucha agua, agua que nos traerá vida, vida en forma de cosechas y de pastos, en forma de brotes verdes, pero no sé si ésos de los que tanto hablan.
Pero yo lo que quería era escribir de la nieve, no de la primavera. Quería escribir de otros días de nieve, de infancia, de trineos, de muñecos hechos en medio del patio del colegio o en los prados de Fitoria, entre la algarabía y el vaho que salía de nuestras bocas por aquel frío, de manos congeladas y de risas. De escaleras de colegio llenas de agua, de catiuskas, de catarros y de fiebre por haber estado más rato de la cuenta jugando en la calle con los pies mojados.
Hoy he recordado otro día de nieve, cuando Martín estaba en el hospital. Martín es mi ahijado, nació un poco antes de tiempo y estuvo ingresado en Maternidad unos días, uno de los días, nevaba, nevaba mucho y su abuela y yo bajamos en mi Ford Fiesta rojo hasta casa. Era la primera vez que conducía nevando, recuerdo que la lleve a su casa y que cuando llegué a mi calle, el asfalto estaba cubierto de nieve, virgen, sin que nadie se atreviera a circular por ella. Aquel día nevo mucho y Oviedo estaba precioso.
Hace dos semanas estuve con Hugo, mi sobrino, en la nieve. Hugo tiene dos años y estaba entusiasmado con el paisaje blanco y el asiento blando y frío sobre el que apenas se podía revolver. Nos echamos unas risas y jugamos con la nieve. Fue un rato divertido.
Son bonitos los días de nieve, muy bonitos. ¿Será verdad el refrán que dice "Año de nieves, año de bienes"? Ojalá se cumpla este año, pues ya va haciendo falta.
Besos para todos
Bea la de Lola